Testimonio. Ovidio. Recuerdos insistentes. 85 años y meses después. 2ª Parte-4

Sería en junio del 40 y la Segunda Guerra Mundial había ya empazado de verdad a hacer correr ríos de sangre por Europa… había un gerente francés ….y unos ocho o diez traductores, entre inglés y francés, porque se recibían despachos (de varias agencias)… Ya el trabajo mío era algo mas intelectual y de acuerdo con mis estudios previos… Al momento de recibirse los diarios de la mañana, lo primero que se hacía era subrayar o encuadrar los despachos que se publicaban de los que les habíamos enviado, que siempre eran muchos mas. En ese momento, el gerente y el sub-jefe los estudiaban y procuraban deducir el porqué de la inclusión o no para ir poniéndose en línea con lo que quería o no quería publicar determinado diario.
El sueldo en la Agencia era el de los empleados particulares que empezaban a trabajar, o sea $237 mensuales, que me quedaban casi íntegros, como ahorro personal ya que no pagaba pensión por mucho que yo, con los Villalonga, aducía en contrario. Hacia fines de ese año 1940 coincidieron dos motivos para dejar mi empleo de traductor en Havas.
Me encontré un día con Vicente Castilla de Mendoza, refugiado también él, de procedencia desconocida, y nombre seguramente inventado. Había llegado después que nosotros en un barco francés, pagándose el viaje desde Bélgica. En la farmacia del barco gabacho había encontrado varios medicamentos que se propuso explotar en Chile perfectamente inocuos para la salud de las personas que los emplearan. Los encargaba fabricar, con las fórmulas que se había conseguido, a un laboratorio. Los que eran liquidos se los hacían por litros y el que era en tabletas, como salían del Laboratorio, por Kilos, en cajitas. Les ponía etiquetas Oponemil (tónico), Netinol (sedante) y Ovalgin (óvulos para los flujos blancos femeninos). Según el trato que hicimos, me nombraba su representante exclusivo para la zona de Concepción al sur de Chile, o sea, entonces Puerto Montt. Ganaría un porcentaje sobre el precio de venta a las farmacias y ése sería mi salario, totalmente independiente. El caso es que recorrí todo el sur. Entre los que trabajaban en lo mismo estaba Pepe Alcaide, el amigo y correligionario de Izquierda Republicana, desde Valencia, antes de la guerra, que había pasado muchas peripecias para llegar hasta el Winnipeg. Ovidio Oltra.

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Testimonio. Ovidio. Recuerdos insistentes. 85 años y meses después. 2ª Parte-3

De buscar trabajo, nada. En Chile habían llegado poco después de nuestro arribo, las vacaciones del verano austral, que casi se me juntaron con las del verano europeo, y, si algo había trabajado, al tiempo que estudiaba, en la zapatería de la familia, con la actividad política, la guerra, el exilio en París y ahora estos dos veranos casi seguidos, mis manos desconocían los callos y durezas que suelen ocasionar las habituales herramientas de trabajo. Sin embargo, las pesadillas de los bombardeos, de las ametralladoras, de las pavas italianas en Barcelona, todavía me venían de pronto en la noche y me despertaba sobresaltado si un avión de caza me perseguía ametrallándome o una explosión de bomba me caía muy cerca. Ya habían pasado seis meses de nuestra llegada a Chile y aún no dormía tranquilo.
Pasó el verano y con Miguelito seguíamos haciendo vida de rentistas, junto a sus padres. Sería por Abril o Mayo (ya llevaba mas de siete meses holgazaneando y ni caía Franco ni Miguel compraba ningún negocio), cuando le dije con delicadeza al matrimonio que pensaba en empezar a buscar algún trabajo; yo, leyendo los avisos de los diarios de ofrecimientos de empleos, los repasaba una y otra vez, desde el principio al final, y me decía: No se nada de ninguno de todos ellos. Porque todos podían saber algo de algo; pero yo no sabía nada de nada, a mis veintiséis años.
Por fin, hablando con Miguel padre me dijo que había un amigo valenciano y republicano que tenía una tienda de calzados. Eramos tres vendedores. Dos chilenos que me acogieron muy bien y yo mismo. Se seguía un turno estricto de atención a los que entraban a comprar, a menos que el cliente o clienta pidiera ser atendido por un vendedor determinado que ya conocía. Pero no me podía quejar. Nos visitaba por las tardes algunas veces el Dr. Francisco Arenzana, pediatra, refugiado republicano como yo, que había llegado a Chile unos quince días antes que nosotros en el Winnipeg, patrocinado por la secta protestante de los cuáqueros.
Un día, le había vendido yo unos zapatos a un obrero, era sábado por la tarde, se iba con ellos puestos y nos dejaba para la basura los usados que traía al llegar. Yo iba a echarlos en el cajón de la basura; pero el chilenazo me dijo. No hagas tal, porque esta noche éste se cura y el lunes va a venir a buscar sus zapatos viejos, ya que los nuevos se los habrán quitado, si quedó botado en el suelo a la salida de una taberna. Y así ocurrió. Estábamos en la época de Chile en que el rotito o roto chileno existía de verdad todavía, con su chaqueta descosida o pedazos de paños de otros trajes que no hacían juego, pantalones con roturas sin arreglar y las populares ojotas, con suelas de trozos de neumáticos usados de autos. En un medio popular así, nosotros que llegamos con lo puesto estábamos casi a la par con ellos. Por eso que nos fuimos incorporando al pueblo chileno sin mayores problemas.
Estaría un par de meses en la zapatería de Paco Calabuig, cuando un día me topé con un compañero del Winnipeg, Celestino Morlans, quien me preguntó qué estaba haciendo y que si me sentía capaz de hacer traducciones de textos franceses al castellano, me podía presentar en la agencia HAVAS, de noticias extranjeras, donde él ya estaba trabajando.

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Testimonio Ovidio. Recuerdos insistentes. 85 años y meses después. 2ª Parte

El arribo de nuestro tren a la estación de Mapocho, junto al cauce del río de este mismo nombre, según me indicaron, se hizo con unos andenes que rebosaban de una muchedumbre alborotada y entusiasta qu, al saber que en el expreso venía el primer refugiado español del Winnipeg que llegaba a Santiago, se arremolinaron a nuestro alrededor y empezaron a preguntarme si venía éste o aquel nombre…. el recibimiento que se nos había hecho en el puerto de Valparaíso era semejante a lo que veía en esta estación de Santiago, una inmensa multitud, amiga, fraternal y cariñosa, que nos recompensaba por todo lo que habíamos debido sufrir hasta llegar a Chile.
Se acercó un matrimonio, con un hijo de mi edad a quienes ya conocían los Ricalde. De modo que estos me preguntaron qué me parecía (ser acogido en su casa) y yo, sin dudarlo un instante, les contesté que estaba de acuerdo en aceptar, con mucho agradecimiento , lo que me ofrecía dicho matrimonio y ahí seguimos esperando hasta que se oyeron los silbatos del tren que llegaba con su preciosa carga española y los chilenos que habían ido a esperarlos al puerto. Se formaron en seguida tres grupos. Por mi parte, con el matrimonio Villalonga-Lechuga y su hijo Miguel, fuimos al Centro Catalán…Al final de la comida se brindó por los Directores del Centro y sus asociados, y por nosotros los viajeros, y se cantó a coro L´Emigrant y Els Segadors y ahí se lucieron los que en el barco ya se habían concertado para formar un coro, tal como habían iniciado los vascos que venían en el barco.
Mi nuevo hogar estaba situado en la avenida Brasil, esquina de la calle Rosas, según me explicaron, a unas diez manzanas del Centro Catalán, recorrido que hicimos a pié , conversando sin parar… No habían pasado ni veinte días, cuando caí en cama enfermo con mucha fiebre de paratifus… Me repuse al cabo de un mes y empecé a salir con los dos Migueles, mañana y tarde a pasear por Santiago y tomar café en La Puñalá, en los altos del Portal de Bulnes, en el Centro Republicano y en el Centro Catalán. Desde luego a hablar de política, de la segunda guerra mundial y de la forma en que Chile nos había ayudado.
En aquella época, Santiago ya era una ciudad grande, pero de tamaño asequible para recorrerla a pie o en tranvías. Y, cuando vino el verano, como la mayoría de la gente de la clase media y popular, tomamos los cuatro el tren para las playas de Cartagena, la playa chica y la playa grande. Ovidio Oltra.

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Testimonio. Ovidio OltraRecuerdos insistentes. 85 años y meses después. 2ª Parte

La mañana del 4 (sic) de septiembre de 1939, el desembarco de los viajeros del WINNIPEG, en los muelles del puerto de Valparaíso que se encontraban repletos de una multitud expectante, amiga, formada por antiguos emigrantes españoles, algunos refugiados que acababan de llegar y muchos chilenos, muchos, hombres y mujeres de toda condición, autoridades municipales, nacionales, miembros del Senado y de la Cámara de los Diputados, representantes del Comité de ayuda a la España leal y gente simplemente del pueblo de Chile, de diversas localidades del Norte, del Centro y del Sur, más, naturalmente la muchedumbre porteña de Valparaíso.
No fui de los primeros en llegar a la cubierta del buque, que nos había traído en su seno desde Europa, en una atmósfera indiferente de la Francia circundante, ya muy preocupada de su propio gran problema a la vista y, ahora, éste nos entregaba como recién nacidos, en otro hemisferio, a cruzar umbrales desconocidos, per imaginariamente acogedores. Fui mas bien de los últimos, cuando ya habían desembarcado la gran mayoría de mis hermanos viajeros.
En todo caso, Valparaíso nos recibió entusiastamente y en un día primaveral, lo que siempre es un buen augurio al llegar a un nuevo país.
Me paseaba por cubierta y dejaba paso a los mas apresurados, que se dirigian raudos a la escala de bajada del muelle, cuando en un momento que me asomé a la barandilla de la cubierta, distinguí un ciudadano gordo, bajo y calvo que gritaba a grandes voces “OVIDIO, OVIDIO”. Pensé que no lo conocía en absoluto, pero le contesté de inmediato, ya que otro Ovídio no había oído hablar en el vapor. “Yo soy”. Entonces me dijo: Mi hermano Paco te está esperando. Baja enseguida, mientras voy a buscarlo. Bajé y ya llegaban los dos hermanos Paco y Joaquín (Quinito) para fundirnos en un gran abrazo. Qué emoción para ambos, después de habernos despedido en tan difíciles circunstancias y ahora encontrarnos sanos y salvos en este nuevo país, al que solamente por esto le quedaríamos eternamente agradecidos. El muelle de llegada era amplio y despejado; pero seguramente no se había proyectado para que se juntaran, entre pasajeros y quienes los esperaban cuatro o cinco mil personas.
Saludé al pasar a don Vicente Sol y me sacaron de allí Paco y Qunito. Luego tomaríamos un tren rápido que llegaría a Santiago. De pronto en el bolsillo derecho del pantalón me encontré un papel; era un billete de cien pesos chilenos, que seguramente entre abrazo y abrazo Paco o Quinito me lo habían metido en dicho bolsillo. La casa a la que llegamos denotaba habitarse por personas de excelente situación económica, era de don Pedro Ricalde Noriega.
De allí nos dirigimos, los que habían venido desde Santiago a recibirme y yo, a coger el tren expreso Valparaíso-Viña-Santiago de Chile. Un viaje muy grato, rodeado de tanta gente amiga, la conocida desde Barcelona, como Paco y Maruja, y la que terminaba de conocer. Ovidio Oltra.

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Recuerdos Insistentes. Ovidio Oltra. Inédito.2

Existía en el “Centre Catalá” en ese tiempo una vida animadísima, con el coro, representaciones teatrales, bailes sociales sábados y domingos y un diariamente concurrido bar y restaurant. Los ricos antiguos emigrantes, como Pere Mir, dueño de las bodegas MIR, en Vicuña Mackenna, pasado de Avenida Matta; los hermanos Sabaté, propietarios de una fábrica de calzado; el señor Mitjans, de la conocida firma de Licores Mitjans; Juan Gratacós, que tenía una tienda de calzados a la entrada de la calle Puente, próximo a la Plaza de Armas; los dueños de la camisería Barcelona, en la misma calle; Antoni Pi, con una gran curtiembre y fábrica de carteras y bolsos de cuero, en calle Bandera y otros ricachones no se hacían ningún problema en convivir de tú a tú con nosotros “los refugiados” recién llegados “sólo con lo puesto y gracias”, en 1939.
Y en el aspecto cultural, los intelectuales catalanes ahora desembarcados, que nunca habrían sido emigrantes en Chile en circunstancias normales, les resultaron todavía más útiles para su antigua revista Germanor y el Butlletí del Centre Catalá, porque al asumir su dirección y redacción los hicieron mucho más importantes que hasta entonces, por la mejor calidad de sus colaboraciones, sin querer esto significar un desmedro de la calidad y esfuerzo que se había desarrollado por varios lustros antes.
Domenéc Guansé tomó la Secretaría del Centre y era alma del nuevo Germanor. Una persona ya algo mayor, menuda, amorosa, muy culta, que pasaba todo el día en la Secretaría, creo que con una modesta remuneración absolutamente merecida. Al parecer era soltero o viudo y debía alimentarse como un pájaro, de acuerdo a su físico. Escribía articulos, buscaba colaboraciones y avisos, atendía el teléfono y las visitas. No paraba un instante.
Francesc Trabal, Joan Oliver (Pere Quart), José María Cassasses y Xavier Benguerel actuaban como los más constantes colaboradores con sus articulos. Benguerel, fino, educado, que provenía sin duda de una familia acomodada, desplegaba una doble actividad; por un lado, como empresario creó un laboratorio farmacéutico, de acuerdo a su profesión en Barcelona, del Laboratorio Benguerel que, cuando regresó a Barcelona, traspasó y los sucesores siguen exhibiendo los productos Benguerel en los estantes de las farmacias chilenas. Me viene a la memoria que tenía un articulo antiséptico y cicatrizante, que muy luego se popularizó en todo Chile, entre médicos y público en general; Metapío, que no faltaba a mano en la mayoría de las casas. El único problema que presentaba era que teñía la piel de un rojo intenso. Quizá ello ha dado lugar a su reemplazo por otros similares incoloros.

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Recuerdos Insistentes. Ovidio Oltra. Inédito.1

Recuerdos Insistentes. Ovidio Oltra. Inédito.
Desde enero (1947), que regresé a Santiago, ausente desde 1940, al no encontrar ningún valenciano, lo natural era que frecuentara el “Centre” (Centro Catalán). Además de los ya conocidos, había un catalán, que ya llevaba varios años en Santiago, escritor especializado en materias filosóficas, a quien le había escuchado conferencias en la Universidad de Concepción, que en seguida deduje que todos respetaban mucho; José Ferrater Mora. Entre ambos pronto surgió una simpatía mutua que hizo que me convirtiera posiblemente en su mejor amigo en Santiago.
Me inclino a decir esto porque pronto fui visita cotidiana en su pequeño departamento, por las tardes, cuando sabía de antemano que estaría él y, nunca en todo el año 47, desde marzo en que comencé a tratarle, hasta fines de ese año en que se fue a Estados Unidos, con una beca de la Fundación Guggenheim, coincidí con nadie que lo acompañara en esas tardes. En ese tiempo, esa fundación era muy activa y generosa protegiendo a los Licenciados jóvenes latinoamericanos para que pudieran doctorarse y, si deseaban, ejercer después como profesores en “Colleges” o Universidades norteamericanas.
Esto último fue el caso de Ferrater porque ya su nombre era bastante conocido en los países latinoamericanos por sus ensayos, articulos, conferencias y sobre todo por su Diccionario de Filosofía, que ya iba desde 1944, en su segunda edición, hecha por editorial Atlante de México.
El Centre Catalá de Santiago sin duda lo habían engrandecido y transformado, como pasó con el centro republicano y el vasco, los numerosos exiliados llegados en 1939 y 1940. Los antiguos residentes catalanes, en su mayoría de posición acomodada, habían sido activos partidarios de la causa republicana, pues con la República consiguiern, como los vascos, un Estatuto de Autonomía y protección del uso de la lengua vernácula, cosa que los franquistas, en cuanto ocuparon Cataluña, así como habín hecho con los vascos, lo derogaron y prohibieron su idioma.

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LA CRISIS CONSTITUCIONAL DESDE UNA PERSPECTIVA REPUBLICANA-3- historia desconocida

Para continuar el estudio de este exilio, aún no bien conocido, contamos con los varios archivos de que nos habla la profesora Lemus y especialmente el Fondo Chile del Archivo de la República en el exilio que se conserva en la Fundación Universitaria Española, y cuyas cuarenta cajas inventariadas y catalogadas proporcionarán “información fundamental sobre dos aspectos: en primer lugar, la identificación de los republicanos y, en segundo, una compleja información sobre la sociabilidad” .
Todo ello unido a los datos proporcionados por la historia oral o por los documentos como el que aquí presentamos, permitirá profundizar en esta historia española aún demasiado desconocida, salvo para los especialistas en el periodo. Creo que aún no ha llegado al tejido social, ni siquiera a los estudiantes de historia contemporánea. (LA CRISIS CONSTITUCIONAL DESDE UNA PERSPECTIVA REPUBLICANA
El Exilio en Chile. Testimonio de Ovidio Oltra. Mª Fernanda Mancebo Universidad de Valencia).

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LA CRISIS CONSTITUCIONAL DESDE UNA PERSPECTIVA REPUBLICANA-2

LA CRISIS CONSTITUCIONAL DESDE UNA PERSPECTIVA REPUBLICANA
El Exilio en Chile. Testimonio de Ovidio Oltra. Mª Fernanda Mancebo Universidad de Valencia.
El gobierno republicano con fondos del SERE (Servicio de evacuación de refugiados españoles), había conseguido comprar un viejo barco, el Winnipeg, que hacía la travesía Marsella- costa norte de Africa, y lo había acondicionado con literas de madera de modo que se aprovechara al máximo el espacio. Al fin se dio cabida a 2000 refugiados. El barco partió del puerto de Trompeloup, cerca de Burdeos el 4 de agosto de 1939, y llegó a Valparaíso el 3 de septiembre, el mismo día que estallaba la segunda guerra mundial. En él y anteriormente en el puerto, se habían reencontrado familias y amigos largo tiempo separados.
Gracias a la firma de Neruda, ayudado en esos momentos por su esposa Delia del Carril, y el sello del SERE pudieron partir como lo hacían también los barcos para México, SINAIA, IPANEMA y MEXIQUE.
Ovidio Oltra, del que presentamos su testimonio en este trabajo comentó a su llegada: “En el puerto de Valparaíso nos esperaba una gran multitud de chilenos y españoles simpatizantes, junto a ellos autoridades políticas chilenas y miembros del CCHARE (Comité Chileno de ayuda a los refugiaespañoles), que habían previsto la colocación de unos 200 de los viajeros en Valparaíso mismo y alrededores y además un tren especial para el traslado de los demás a Santiago, quienes serían recibidos con cena en los Centros Republicanos Catalán y Vasco.”
Según el mencionado trabajo de V. Lloréns esta fue la expedición “Más proletaria de toda América” de acuerdo con los deseos del presidente Aguirre, pero tampoco faltaron en ella intelectuales o jóvenes promesas que luego desarrollaron su labor en Chile. Contamos entre ellos al dramaturgo y profesor José Ricardo Morales, que pronunció la conferencia de clausura en el Congreso valenciano de 1999 . Carmelo y Arturo Soria y su esposa Conchita Puig, a los que más tarde se unió su hermano Fernando Puig Sanchís, procedente de la URSS donde estuvo en la Escuela de pilotos y participó en la segunda guerra mundial. Los Soria, crearon la editorial Cruz del Sur con la asesoría literaria de Morales que dirigió dos colecciones y José Ferrater Mora y la dirección artística de Mauricio Amster, tipógrafo y grabador de Revista de Occidente . Finalmente a la delegación de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), dependiente de las Naciones Unidas en Chile pertenecieron como funcionarios hasta su jubilación, el sociólogo José Medina Echavarría, el abogado Julián Calvo y el escritor Francisco Giner de los Ríos, que antes habían estado en México.
En fin una emigración que contó con sus tertulias y sus cafés, con sus empresas y sus artistas y un aporte silencioso que contribuyó grandemente al despegue chileno de la época.

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Testimonio de Ovidio Oltra

Recuerdos Insistentes. Ovidio Oltra. Inédito.
Desde enero (1947), que regresé a Santiago, ausente desde 1940, al no encontrar ningún valenciano, lo natural era que frecuentara el “Centre” (Centro Catalán). Además de los ya conocidos, había un catalán, que ya llevaba varios años en Santiago, escritor especializado en materias filosóficas, a quien le había escuchado conferencias en la Universidad de Concepción, que en seguida deduje que todos respetaban mucho; José Ferrater Mora. Entre ambos pronto surgió una simpatía mutua que hizo que me convirtiera posiblemente en su mejor amigo en Santiago.
Me inclino a decir esto porque pronto fui visita cotidiana en su pequeño departamento, por las tardes, cuando sabía de antemano que estaría él y, nunca en todo el año 47, desde marzo en que comencé a tratarle, hasta fines de ese año en que se fue a Estados Unidos, con una beca de la Fundación Guggenheim, coincidí con nadie que lo acompañara en esas tardes. En ese tiempo, esa fundación era muy activa y generosa protegiendo a los Licenciados jóvenes latinoamericanos para que pudieran doctorarse y, si deseaban, ejercer después como profesores en “Colleges” o Universidades norteamericanas.
Esto último fue el caso de Ferrater porque ya su nombre era bastante conocido en los países latinoamericanos por sus ensayos, articulos, conferencias y sobre todo por su Diccionario de Filosofía, que ya iba desde 1944, en su segunda edición, hecha por editorial Atlante de México.
El Centre Catalá de Santiago sin duda lo habían engrandecido y transformado, como pasó con el centro republicano y el vasco, los numerosos exiliados llegados en 1939 y 1940. Los antiguos residentes catalanes, en su mayoría de posición acomodada, habían sido activos partidarios de la causa republicana, pues con la República consiguiern, como los vascos, un Estatuto de Autonomía y protección del uso de la lengua vernácula, cosa que los franquistas, en cuanto ocuparon Cataluña, así como habín hecho con los vascos, lo derogaron y prohibieron su idioma.
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Existía en el “Centre” en ese tiempo una vida animadísima, con el coro, representaciones teatrales, bailes sociales sábados y domingos y un diariamente concurrido bar y restaurant. Los ricos antiguos emigrantes, como Pere Mir, dueño de las bodegas MIR, en Vicuña Mackenna, pasado de Avenida Matta; los hermanos Sabaté, propietarios de una fábrica de calzado; el señor Mitjans, de la conocida firma de Licores Mitjans; Juan Gratacós, que tenía una tienda de calzados a la entrada de la calle Puente, próximo a la Plaza de Armas; los dueños de la camisería Barcelona, en la misma calle; Antoni Pi, con una gran curtiembre y fábrica de carteras y bolsos de cuero, en calle Bandera y otros ricachones no se hacían ningún problema en convivir de tú a tú con nosotros “los refugiados” recién llegados “sólo con lo puesto y gracias”, en 1939.
Y en el aspecto cultural, los intelectuales catalanes ahora desembarcados, que nunca habrían sido emigrantes en Chile en circunstancias normales, les resultaron todavía más útiles para su antigua revista Germanor y el Butlletí del Centre Catalá, porque al asumir su dirección y redacción los hicieron mucho más importantes que hasta entonces, por la mejor calidad de sus colaboraciones, sin querer esto significar un desmedro de la calidad y esfuerzo que se había desarrollado por varios lustros antes.
Domenéc Guansé tomó la Secretaría del Centre y era alma del nuevo Germanor. Una persona ya algo mayor, menuda, amorosa, muy culta, que pasaba todo el día en la Secretaría, creo que con una modesta remuneración absolutamente merecida. Al parecer era soltero o viudo y debía alimentarse como un pájaro, de acuerdo a su físico. Escribía articulos, buscaba colaboraciones y avisos, atendía el teléfono y las visitas. No paraba un instante.
Francesc Trabal, Joan Oliver (Pere Quart), José María Cassasses y Xavier Benguerel actuaban como los más constantes colaboradores con sus articulos. Benguerel, fino, educado, que provenía sin duda de una familia acomodada, desplegaba una doble actividad; por un lado, como empresario creó un laboratorio farmacéutico, de acuerdo a su profesión en Barcelona, del Laboratorio Benguerel que, cuando regresó a Barcelona, traspasó y los sucesores siguen exhibiendo los productos Benguerel en los estantes de las farmacias chilenas. Me viene a la memoria que tenía un articulo antiséptico y cicatrizante, que muy luego se popularizó en todo Chile, entre médicos y público en general; Metapío, que no faltaba a mano en la mayoría de las casas. El único problema que presentaba era que teñía la piel de un rojo intenso. Quizá ello ha dado lugar a su reemplazo por otros similares incoloros.

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Mi abuelo José Ramón Gallardo Valero

Hola, mi nombre es Claudio Cortes Gallardo, y he creado una página en Facebook para buscar a los descendientes de mi abuelo que quedaron en España, luego que dejara su país después de la guerra civil en el año 1939. Mi objetivo es conocerlos, contarles sobre mi abuelo y cerrar el círculo familiar que por tanto años ha estado con este vacío histórico.

José Ramón Gallardo Valero, nació el 02 de noviembre de 1899, en la localidad de Caniles, Granada, España. Durante la guerra civil española (1936-1939) combatió en las filas republicanas y que producto de la difícil situación que se vivía en ese momento por la guerra, se vio obligado a auto exiliarse a Francia y llegó a Chile en el buque carguero llamado Winnipeg, que fue gestionado por el querido Pablo Neruda para transportar a más de 2.000 españoles refugiados que serían recibidos en Santiago de Chile el 3 de septiembre de 1939. Esto lo llevó a dejar su patria y también a su familia e hijos, que nunca más volvió a ver. Luego de su llegada a Chile, pasado los años, mi abuelo se casa con la que fue mi abuela y yo soy uno de sus descendientes.
Los nombres de sus hijos que dejo en España, son: Ana María, Antonia, José Luis y Manuel.
En este momento vivo en Polonia, pero en breve dejare este pais para recorrer el mundo, esperando que algun dia haga contacto con alguno de los descendientes de mi abuelo.

Gracias Maria por el espacio que nos has dado.

Un abrazo para todos!
Claudio Cortes Gallardo

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