Salvador Morenas Mas, nos cuenta: También hice amistad con un andaluz llamado Francisco Requena, de profesión barbero. Era un hombre alegre siempre con su sonrisa en la cara que el sistema a flor de labios, que contrastaba con la amargura y tristeza que se refleja en el rostro de la mayoría. Para combatir la monotonía de la vida en el campo de concentración y como una forma de ganar algún dinero, Requena instaló una barbería junto a su barracón. Todos los días repartía 20 números gratis para rasurarse y al resto les cobraba. Las afeitadas gratuitas eran cuatro navajazos, nada más, no se podría reclamar.
Nuestros grandes enemigos eran el aburrimiento y la inacción. Para combatirlos, había que usar la imaginación.
Uno de los de mi barraca añoraba a la novia que había dejado en Mataró. Un día le escribió y después de algún tiempo llego a las manos de mi amigo una extensa carta de amor firmada por su novia.
Permanecí casi seis meses en Agde, sobrellevando una vida sin rumbo, rutinaria, carente de expectativas, junto a varios miles de republicanos y demócratas como yo, pero mi juventud me aporto las fuerzas necesarias para vencer el hambre, el frío y las penas. Allí cumplí los 19 años de edad. p.46-47