Al cabo de 16 años regrese a la playa de Saint Cyprien. Era una mañana calurosa de agosto. ¡Qué campo más notable! No había ni rastro del campo de concentración, no se veía ningún detalle que se recordará que el recinto horrible. en su lugar, oye existe una espléndida organización con grandes avenidas y calles bordeadas elegantes chalets, de casas lujosas y departamentos con jardines deliciosos. Me resultó agradable observar la amplia extensión del mar, cuyas hola sigan llegando sobre la playa lisa. La gente que actualmente reside allí no puede imaginarse que antes existía un trozo de playa regada con las lágrimas de millares de desventurados y que muchos murieron allí de enfermedad, de hambre y de añoranza. Los alegres grupos que hoy vienen a bañarse no saben nada de aquellos hechos trágicos y también ignorar las escenas más inhumanas que sucedieron en estas playas. Aun kilómetro escaso de esta organización, en la carretera de Elne, hay un lugar extenso cerrado por paredes bajas y un portón de hierro. En un costado del portal se encuentra la lápida de mármol que recuerda esa mortandad: cementerio de los refugiados españoles muertos en el campo de Shane Ciprien. Algunas cruces de madera sobresalen por entremedio de la hierba silvestre que crece sobre los restos anónimo usted centenares de españoles. Página 50-51