Testimonio. Ovidio OltraRecuerdos insistentes. 85 años y meses después. 2ª Parte

La mañana del 4 (sic) de septiembre de 1939, el desembarco de los viajeros del WINNIPEG, en los muelles del puerto de Valparaíso que se encontraban repletos de una multitud expectante, amiga, formada por antiguos emigrantes españoles, algunos refugiados que acababan de llegar y muchos chilenos, muchos, hombres y mujeres de toda condición, autoridades municipales, nacionales, miembros del Senado y de la Cámara de los Diputados, representantes del Comité de ayuda a la España leal y gente simplemente del pueblo de Chile, de diversas localidades del Norte, del Centro y del Sur, más, naturalmente la muchedumbre porteña de Valparaíso.
No fui de los primeros en llegar a la cubierta del buque, que nos había traído en su seno desde Europa, en una atmósfera indiferente de la Francia circundante, ya muy preocupada de su propio gran problema a la vista y, ahora, éste nos entregaba como recién nacidos, en otro hemisferio, a cruzar umbrales desconocidos, per imaginariamente acogedores. Fui mas bien de los últimos, cuando ya habían desembarcado la gran mayoría de mis hermanos viajeros.
En todo caso, Valparaíso nos recibió entusiastamente y en un día primaveral, lo que siempre es un buen augurio al llegar a un nuevo país.
Me paseaba por cubierta y dejaba paso a los mas apresurados, que se dirigian raudos a la escala de bajada del muelle, cuando en un momento que me asomé a la barandilla de la cubierta, distinguí un ciudadano gordo, bajo y calvo que gritaba a grandes voces “OVIDIO, OVIDIO”. Pensé que no lo conocía en absoluto, pero le contesté de inmediato, ya que otro Ovídio no había oído hablar en el vapor. “Yo soy”. Entonces me dijo: Mi hermano Paco te está esperando. Baja enseguida, mientras voy a buscarlo. Bajé y ya llegaban los dos hermanos Paco y Joaquín (Quinito) para fundirnos en un gran abrazo. Qué emoción para ambos, después de habernos despedido en tan difíciles circunstancias y ahora encontrarnos sanos y salvos en este nuevo país, al que solamente por esto le quedaríamos eternamente agradecidos. El muelle de llegada era amplio y despejado; pero seguramente no se había proyectado para que se juntaran, entre pasajeros y quienes los esperaban cuatro o cinco mil personas.
Saludé al pasar a don Vicente Sol y me sacaron de allí Paco y Qunito. Luego tomaríamos un tren rápido que llegaría a Santiago. De pronto en el bolsillo derecho del pantalón me encontré un papel; era un billete de cien pesos chilenos, que seguramente entre abrazo y abrazo Paco o Quinito me lo habían metido en dicho bolsillo. La casa a la que llegamos denotaba habitarse por personas de excelente situación económica, era de don Pedro Ricalde Noriega.
De allí nos dirigimos, los que habían venido desde Santiago a recibirme y yo, a coger el tren expreso Valparaíso-Viña-Santiago de Chile. Un viaje muy grato, rodeado de tanta gente amiga, la conocida desde Barcelona, como Paco y Maruja, y la que terminaba de conocer. Ovidio Oltra.

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Relato de Pilar Lage

Relato de Pilar Lage Bobadilla:

La primera noche en el barco guarda para Pilar Lage un recuerdo de risa, de alborozo general, de esa risa que sus ojos y labios habían olvidado por tanto tiempo:

Me tocó en una litera cerca de una amiga mía y en la primera noche, cuando estábamos acostadas, ella me dijo algo que nos contagió a todas las que allí dormíamos:

– ! Pili, y yo que sólo había visto los barcos en el cine!

Mi marido y yo estábamos en sectores diferentes, porque habían separado a hombres y mujeres. La única oportunidad de encontrarnos para estar juntos era en cubierta y , a decir verdad, allí nos la pasábamos. A veces alternábamos con miembros de la tripulación, porque yo domino el francés.

Otras parejas más fogosas por la juventud o por el largo tiempo de separación
vivido, se dieron cuenta de que los botes salvavidas, cubiertos por una lona impermeable, eran un lugar adecuado como para sostener un coloquio más íntimo y aquí también estuvo presente la organización: mientras la pareja gozaba un momento placentero, una discreta guardia de amigos les garantizaba la privacidad necesaria.

Relato encontrado en Los españoles del Winnipeg : el barco de la esperanza / Jaime Ferrer Mir. 1a. ed. Santiago : Cal Sogas, impresión de 1989 (Santiago : Salesianos) p.202

Se puede bajar en http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-98685.html

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