Sería en junio del 40 y la Segunda Guerra Mundial había ya empazado de verdad a hacer correr ríos de sangre por Europa… había un gerente francés ….y unos ocho o diez traductores, entre inglés y francés, porque se recibían despachos (de varias agencias)… Ya el trabajo mío era algo mas intelectual y de acuerdo con mis estudios previos… Al momento de recibirse los diarios de la mañana, lo primero que se hacía era subrayar o encuadrar los despachos que se publicaban de los que les habíamos enviado, que siempre eran muchos mas. En ese momento, el gerente y el sub-jefe los estudiaban y procuraban deducir el porqué de la inclusión o no para ir poniéndose en línea con lo que quería o no quería publicar determinado diario.
El sueldo en la Agencia era el de los empleados particulares que empezaban a trabajar, o sea $237 mensuales, que me quedaban casi íntegros, como ahorro personal ya que no pagaba pensión por mucho que yo, con los Villalonga, aducía en contrario. Hacia fines de ese año 1940 coincidieron dos motivos para dejar mi empleo de traductor en Havas.
Me encontré un día con Vicente Castilla de Mendoza, refugiado también él, de procedencia desconocida, y nombre seguramente inventado. Había llegado después que nosotros en un barco francés, pagándose el viaje desde Bélgica. En la farmacia del barco gabacho había encontrado varios medicamentos que se propuso explotar en Chile perfectamente inocuos para la salud de las personas que los emplearan. Los encargaba fabricar, con las fórmulas que se había conseguido, a un laboratorio. Los que eran liquidos se los hacían por litros y el que era en tabletas, como salían del Laboratorio, por Kilos, en cajitas. Les ponía etiquetas Oponemil (tónico), Netinol (sedante) y Ovalgin (óvulos para los flujos blancos femeninos). Según el trato que hicimos, me nombraba su representante exclusivo para la zona de Concepción al sur de Chile, o sea, entonces Puerto Montt. Ganaría un porcentaje sobre el precio de venta a las farmacias y ése sería mi salario, totalmente independiente. El caso es que recorrí todo el sur. Entre los que trabajaban en lo mismo estaba Pepe Alcaide, el amigo y correligionario de Izquierda Republicana, desde Valencia, antes de la guerra, que había pasado muchas peripecias para llegar hasta el Winnipeg. Ovidio Oltra.