Agnes América Winnipeg

ah….y recuerdo que la madre de Agnes América Winnipeg….por nombres, llegó al muelle de Trompeloup sola, sin el marido y con dos niños pequeños y un embarazo de casi nueve meses………………. Neruda se negó a darle la visa…y ella, . amenazó con tirarse al mar..y..encaminándose a la orilla..tuvieron que retenerla y el señor vate……le dio el pase,,,:..su marido por su parte también logró subir a bordo..y al cabo de una semana nació la pequeña ..por eso lleva esos nombres ..Agnes, por la mujer del capitán….cada uno tiene su historia…

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Ovidio Oltra Alonso- sobrina- Raquel Valero

Mi tío Ovidio Oltra Alonso fue en el Winnipeg. Mis abuelos y mi otro tío y familia fueron al final de los 40. Nosotros fuimos en los 50, yo muy chiquitita. Tengo un hermano que nació allí. Llevo a Chile en el corazón y aunque nací en España, me costó mucho adaptarme aquí. Como crecí en Santiago, no tengo muy claro de donde soy, pero quizá eso no importa. Después de tanto tiempo, ya tengo mi vida hecha en Valencia. Aquí en Valencia estudié, aquí nacieron mis hijos y mis nietas, pero si se pudiera acercar Chile, en el espacio, y estar cerquita de aquí, sería feliz.
Gracias al Winnipeg y el viaje de mi tío, hermano mayor de mi madre, yo llegué a Chile y disfrute de ese hermoso país, pero las dictaduras marcan mi vida…

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Salvador Morena Mas

Salvador Morenas Mas nos cuenta: Apenas cruzamos la frontera con Francia, nos desarmaron a todos. Era una gran vaguada rodeada de montañas; por la parte baja corría un río. En el contorno, cada 10 m, un guardia senegalés vigilaba que ningún refugiado abandonar a lugar. Tenían orden de tirar al que lo intentara y fueron muchos los que cayeron. Cientos de personas llegaban por diferentes senderos y desembocaron en ese punto. En Agde se formaron poco a poco tres campos de concentración. A mí me tocó en el campo número uno. Éstos campos los llamaban de los catalanes porque casi todos lo éramos. También llegó al campo número uno de aquí de Juan Vélez Soriano (catalán, 69 años), el más joven de los combatientes republicanos que viajo a Chile a bordo del Winnipeg. 44, 45

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Como mi abuelo Francisco Mencía, se convirtió en parte de esta historia y este poema

En 2015 estaba trabajando en un proyecto de visualización de datos marítimos y el recorrido de barcos cuando recordé que mi abuelo había vivido en Argentina. Sólo recientemente había encontrado una cédula -así llamaban allí a los carnets de identidad- en casa de mi madre,en su pueblo de origen que está en la provincia de Guadalajara, en España. Como hoy en día todo tipo de información se busca en internet, decidí escribir su nombre, Franciso Mencía Roy y el de la ciudad donde vivió en Argentina, Comodoro de Rivadavia. Cúal sería mi sorpresa cuando encontré su nombre y el de su hermano Cosme en la lista de pasajeros de un barco que se llamaba Winnipeg. Nunca imaginé que sus nombres pudieran aparecer en ese medio de comunicación, me quedé boquiabierta y desde ese momento mi proyecto siguió una trayectoria completamente diferente. Empecé a indagar sobre el Winnipeg, nadie en mi familia sabía que ellos había viajado en este barco. Después de la Guerra Civil en España, hubo muchos republicanos españoles que huyeron a Francia y los retuvieron en campos de concentración en el sur del país y, al parecer, mi abuelo y su hermano estuvieron en uno de estos campos. Para mí fue toda una revelación. Además descubrí que el famoso poeta Pablo Neruda, que trabajaba como cónsul oficial de inmigración, y vivía en Chile en ese momento, conmovido ante esa situación, con su amor a España y con un sentimiento solidaridad por la causa, había salvado a estos refugiados, para lo que contó con la colaboración de Pedro Aguirre Cerda, el Primer Ministro de Chile en esa época. Él fue quien organizó el buque del Winnipeg para que viajara a Valparaiso (Chile) desde Trompeloup (Francia) el 4 de agosto de 1939, con 2.200 exiliados de la Guerra Civil a los que aparentemente entrevistó y entre los cuales se encontraban mi abuelo y su hermano.

Resultaba increíble que, gracias a Pablo Neruda, mi abuelo se hubiera salvado de los campos de concentración franceses y hubiera conseguido un pasaje tan anhelado en aquel buque. Por lo que me han contado siempre tanto mi familia como el antiguo médico del pueblo, él trabajaba como enfermero y esto me hace suponer que su experiencia en esta profesión debió de ser muy útil en tan largo viaje. Intenté encontrar familiares que quizá me pudieran aportar más información, sin embargo, no obtuve ningún resultado hasta que, recientemente, descubrí que su hermano Cosme había estado casado en Chile y tenía descendientes.

Era sorprendente ver cómo no sólo la historia de mi abuelo se estaba desplegando ante mis ojos – al descubrir relatos e información sobre este importante acontecimiento histórico, que de hecho, todavía se pierde en la memoria de España, ya que no es bien conocido – sino también cómo este hecho había impactado e influido en mi propia vida.

Viajé a Buenos Aires y presenté el primer prototipo del proyecto en el festival de E-Poetry 2015, ante el asombro de la audiencia. El día de la apertura de la exposición en el Museo de la Inmigración (MUNTREF), lo que antiguamente había sido el hotel donde se alojaban los emigrantes que llegaban al puerto, tuve otra maravillosa sorpresa. El museo tenía digitalizadas todas las llegadas de pasajeros al puerto y encontré documentos que registraban la visita que mi abuela realizó para encontrarse con su marido el 12 de febrero de 1951, en el buque de Cabo de Buena Esperanza. Ella había viajado con todos sus hijos excepto con mi padre que, por ser mayor tuvo que quedarse en España para hacer el servicio militar. Mis tíos eran jóvenes, veinte años la mayor, dos chicos de dieciocho y dieciséis y la más pequeña de trece años. Esta fecha indica que la familia llevaba once largos años sin ver a mi abuelo. Cuando todo parecía volver a su cauce, mi abuelo falleció, apenas hacía dos meses del reencuentro, y mi abuela decidió regresar a España con la hija menor, mientras que los hijos mayores se quedaron para buscarse un futuro mejor. Finalmente se asentaron en Caracas (Venezuela). Años más tarde mi padre iría con mi madre a visitarlos, esta visita se alargó por siete años y allí nací yo.

Nunca pensé que le tendría que agradecer tanto al poeta de los “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” (que yo había recomendado leer a muchos de mis alumnos cuando daba clases de español en Londres), al Pablo Neruda del “Libro de las preguntas”. Él ha contribuido a forjar, en cierto modo, mis intereses en la vida: los viajes, las culturas, los lenguajes, la literatura, el arte, el explorar y ser curiosa, el ser de otro sitio y por ello algo diferente, el ser triste y alegre a la vez, el mantenerme con los pies en el suelo, con entereza y perseverancia durante tantos años; porque veo ahora que es fruto de la herencia familiar. También tengo que añadir que a mi padre siempre le envolvió una tristeza y amargura debidas a la perdida de su padre. Cuando tenía unos once años, mi abuelo se fue a la guerra y más tarde al exilio y no volvió a verlo nunca más. A ello hay que sumar las muchas peripecias que conllevó el perder al cabeza de familia.

Se podría decir que esta historia precedente y que me ha acompañado, sin yo saberlo, es el fruto de muchos de mis proyectos y, sobre todo, de algunos muy relacionados al “Poema que cruzó el Atlántico” como son “Cityscapes: Social Poetics/Public Textualities” (“Panorámicas Urbanas: Poéticas Sociales/Textualidades Públicas”) 2005 y “Connected Memories” (“Memorias entrelazadas”) 2009. ¡Qué arraigados tenemos algunos sentimientos y qué ajenos somos a ellos!

Después del festival de E-Poetry Buenos Aires, fui a la maravillosa ciudad de Valparaiso en Chile, visité las casas de Pablo Neruda, Isla Negra, y a Santiago de Chile donde seguí investigando en archivos, centros comunitarios, galerías, haciendo videos, fotografías, hablando con gente y cuando me preguntaban que por qué había ido a Chile, les respondía que me había llevado mi abuelo. Era un sentimiento bonito que me reconfortaba y me hacía sentirme bienvenida en un país donde nunca había estado, pero que de alguna manera era parte de mi; sorprendentemente me sentía como en casa y con gratitud por la generosidad de su gente.

 

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El último intelectual del exilio- José Ricardo Morales

El 17 de febrero de 2016 ha muerto en Santiago de Chile el dramaturgo y ensayista José Ricardo Morales, acaso el último de los intelectuales de nuestro exilio republicano de 1939, que el 3 de noviembre del pasado año 2015 cumplió cien años. Un escritor que constituye un perfecto ejemplo de una especie actualmente en extinción: la del intelectual humanista.
Morales inició sus estudios académicos en la Universitat de València y el grupo teatral El Búho, dirigido un tiempo por Max Aub, le estrenó en 1938 su primera obra dramática, Burlilla de don Berrendo, doña Caracolines y su amante.
Durante la guerra civil Morales fue responsable del Departamento de Cultura de la FUE valenciana, miembro de la UFEH y redactor-jefe de la revista Frente Universitario, «órgano de la FUE en retaguardia». Voluntariamente incorporado en octubre de 1936 a las Milicias Antifascistas, fue comisario del Ejército Popular y el encargado de pronunciar, el 3 de noviembre de 1938 en el paraninfo de la Universitat de València, el discurso de despedida a los estudiantes de las Brigadas Internacionales. Una impecable biografía antifascista de un joven estudiante que el 18 de julio de 1936 se hallaba en Barcelona para participar como nadador en la Olimpiada Popular y que en febrero de 1939 atravesó la frontera francesa por La Jonquera para ser internado en la playa de Saint-Cyprien.
Morales fue uno de los pasajeros del Winnipeg, el buque organizado por Pablo Neruda, y el 4 de septiembre de 1939 desembarcó en el puerto chileno de Valparaíso. Allá pudo ejercer como catedrático de Historia del Arte en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile. Y por ello reiteró en numerosas ocasiones su deuda de gratitud con su país de acogida, a cuyo desarrollo cultural contribuyó con iniciativas tan valiosas como, entre otras, la creación junto a Pedro de la Barra del Teatro Experimental de Chile, luego Teatro Nacional Chileno; la dirección de dos colecciones en la editorial Cruz del Sur „en donde publicó en 1943 una valiosa antología de Poetas en el destierro„; su magisterio universitario; su pertenencia a la Academia Chilena de la Lengua „ha sido el primer exiliado republicano español que fue elegido miembro de una Academia americana„; sus cuarenta y dos obras de teatro y sus numerosos ensayos.
Morales encarna la tragedia del desarraigo, característica de nuestro exilio republicano, y es una víctima más de la injusticia que suele acompañar a tal condición: el silencio y el olvido, tanto en Chile como en España, de su obra literaria. Sin embargo, la edición de sus Obras completas en dos volúmenes (teatro y ensayos) por parte de la Institució Alfons el Magnànim de Valencia, vino a reparar en parte esa injusticia al poner a disposición del lector interesado la obra literaria de un humanista ejemplar cuyas reflexiones nos alertan sobre algunos de los peligros que acechan a la tecnolatría actual en una sociedad como la nuestra en donde impera el neoliberalismo capitalista más salvaje y en donde los nuevos dioses son hoy el capital financiero y los mercados.
El joven dramaturgo tuvo la inmensa fortuna de que nada menos que Margarita Xirgu le estrenase el 11 de mayo de 1944 en el Teatro Municipal de Santiago de Chile su obra El embustero en su enredo. Esta confianza de la actriz exiliada en el talento del joven dramaturgo se reafirmó al encargarle años después las versiones escénicas de La Celestina y de Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina.
Precursor del llamado «teatro del absurdo», aunque el autor siempre matizó que su teatro no era teatro del absurdo sino que quería denunciar el absurdo del mundo, Morales representa con absoluta propiedad el drama del dramaturgo republicano español exiliado desde 1939, desterrado de su escena y público naturales. Ciertamente, en nuestra actual sociedad democrática y salvo muy escasas excepciones, el público español no ha podido ser espectador de su obra dramática. Sin embargo, no creo que la obra dramática de Morales, víctima del destierro, padezca también del destiempo, porque, a mi modo de ver, mantiene hoy plena vigencia y sentido. Por ello, la dramaturgia de Morales está exigiendo aún ese encuentro auténtico que significa la verdadera prueba de fuego de todo teatro: su estreno ante el público español de hoy.
Y, en este sentido, no cabe duda de que el estreno en abril y mayo de 2014 en el Teatro María Guerrero de Madrid por el Centro Dramático Nacional de cuatro obras suyas en un acto (La corrupción al alcance de todos, Las horas contadas, Sobre algunas especies en vías de extinción y Oficio de tinieblas) salvó parcialmente en vida a Morales, a los noventa y nueve años, de lo que él mismo llamaba su condena «a la postumidad».
Sin embargo, Valencia, el Centro Dramático de la Generalitat Valenciana, sigue teniendo una deuda pendiente con José Ricardo Morales. Porque, si bien fue un acierto que el nuevo gobierno valenciano le concediera el 9 de octubre del pasado año 2015 el título de «Embajador de la Comunitat Valenciana», el teatro de Morales sigue siendo un perfecto desconocido para el público valenciano. Y el mejor homenaje que Valencia puede rendir a la memoria de Morales no cabe duda de que consiste en estrenarlo. Y ya se sabe que hoy es siempre todavía.Manuel Aznar Soler 24.02.2016 | 04:15 en http://www.levante-emv.com/cultura/2016/02/24/ultimo-intelectual-exilio/1383268.html

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Amster Cats, Maurizio

De acuerdo a su cédula de identidad Maurizio era de nacionalidad española, nacido el 4-06-1907 en Lwow (Polonia). Estado civil casado e iba acompañado por su esposa Abelarda Amenedo Meraldino de Coruña en Galicia, nacida el 10-3-1912. La profesión de Maurizio era dibujante. Rostro ovalado, ojos castaños, cabello negro. Viajó en el Winnipeg.

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A labour of love

I embarked them in my boat.
It was daylight and France
her fancy dress
of every day she had at that time,
it was
the same clarity of wine and air
her clothes of forest goddess.
My ship expected
with its remote name “Winnipeg”
But my Spanish were not coming
from Versailles,
from the silvery dance,
from the old amaranth carpets,
from the cups chirping
with wine,
no, they were not coming from there,
no, they were not coming from there,
From further away,
from prison camps,
from the black sand
from the Sahara,
from rough hiding places
where they lay
hungry and naked,
there to my clear boat,
to the ship at sea, to hope
they arrived called one by one
by me, from their prisons,
from the fortress
from the shaky France
called by my mouth
arrived,
Saavedra, I said, and came the mason,
Zuniga, I said, and there he was,
Roces, I called, and arrived with grim smile,
I shouted, Alberti! and with hands of quartz
the poetry arrived.

Labourers, carpenters,
fishermen,
turners, machinists,
potters, tanners:
the boat was becoming populated
parting to my homeland.
I felt in my fingers
the seeds
from Spain
that I rescued myself and scattered
over the sea, directed
to the peace
of the prairies.

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