Testimonio Ovidio. Recuerdos insistentes. 85 años y meses después. 2ª Parte

El arribo de nuestro tren a la estación de Mapocho, junto al cauce del río de este mismo nombre, según me indicaron, se hizo con unos andenes que rebosaban de una muchedumbre alborotada y entusiasta qu, al saber que en el expreso venía el primer refugiado español del Winnipeg que llegaba a Santiago, se arremolinaron a nuestro alrededor y empezaron a preguntarme si venía éste o aquel nombre…. el recibimiento que se nos había hecho en el puerto de Valparaíso era semejante a lo que veía en esta estación de Santiago, una inmensa multitud, amiga, fraternal y cariñosa, que nos recompensaba por todo lo que habíamos debido sufrir hasta llegar a Chile.
Se acercó un matrimonio, con un hijo de mi edad a quienes ya conocían los Ricalde. De modo que estos me preguntaron qué me parecía (ser acogido en su casa) y yo, sin dudarlo un instante, les contesté que estaba de acuerdo en aceptar, con mucho agradecimiento , lo que me ofrecía dicho matrimonio y ahí seguimos esperando hasta que se oyeron los silbatos del tren que llegaba con su preciosa carga española y los chilenos que habían ido a esperarlos al puerto. Se formaron en seguida tres grupos. Por mi parte, con el matrimonio Villalonga-Lechuga y su hijo Miguel, fuimos al Centro Catalán…Al final de la comida se brindó por los Directores del Centro y sus asociados, y por nosotros los viajeros, y se cantó a coro L´Emigrant y Els Segadors y ahí se lucieron los que en el barco ya se habían concertado para formar un coro, tal como habían iniciado los vascos que venían en el barco.
Mi nuevo hogar estaba situado en la avenida Brasil, esquina de la calle Rosas, según me explicaron, a unas diez manzanas del Centro Catalán, recorrido que hicimos a pié , conversando sin parar… No habían pasado ni veinte días, cuando caí en cama enfermo con mucha fiebre de paratifus… Me repuse al cabo de un mes y empecé a salir con los dos Migueles, mañana y tarde a pasear por Santiago y tomar café en La Puñalá, en los altos del Portal de Bulnes, en el Centro Republicano y en el Centro Catalán. Desde luego a hablar de política, de la segunda guerra mundial y de la forma en que Chile nos había ayudado.
En aquella época, Santiago ya era una ciudad grande, pero de tamaño asequible para recorrerla a pie o en tranvías. Y, cuando vino el verano, como la mayoría de la gente de la clase media y popular, tomamos los cuatro el tren para las playas de Cartagena, la playa chica y la playa grande. Ovidio Oltra.

Back to the index of the archive Submit your story