Me gustó desde un comienzo la palabra ‘Winnipeg’. Las palabras tienen alas o no las tienen. Las ásperas se quedan pegadas al papel, a la mesa, a la tierra. La palabra ‘Winnipeg’ es alada. La vi volar por primer vez en un atracaderp de vapores, cerca de Burdeos. Era un hermoso barco viejo, con esa dignidad que dan los siete mares a lo largo del tiempo. Lo cierto es que nunca llevó aquel barco más de setenta u ochenta personas a bordo. Lo demás fue cacao, copra, sacos de café y arroz, minerales. Ahora le estaba destinado un cargamento más importante: la esperanza. (Pablo Neruda en la portada de Los españoles del Winnipeg, el barco de la esperanza de J. Ferrer Mir)