Desde hace años, muchos pasajeros, yo incluida, y muchos descendientes de pasajeros, hemos hecho notar que la lista de pasajeros de Jaime Ferrer es incompleta y que hay muchos errores, pero las entidades que la publican ni la han modificado ni han añadido una explicación que no es completa y contiene errores. Ni que decir tiene, dicha lista ha causado mucha desesperación y hasta indignación a muchos de los pasajeros omitidos y a sus descendientes. Como dato curioso, dicha lista también parece omitir a más mujeres que a hombres. Por ejemplo, incluye el padre de Montserrat Julió, la gran actriz, pero no a ella ni a su madre. Igualmente, incluye a mi padre, pero no a mi madre ni a mí. Y eso que tanto Montserrat como yo estamos en la foto de “los niños del Winnipeg” que se tomó en el barco y se ha publicado por diversos medios, y pese a que ambas aparecemos en numerosos documentos y libros y artículos, entre otros de mi padre, donde se menciona que éramos pasajeras del Winnipeg.
Dicha lista no solo ha causado daños emotivos, si no también reales. Por ejemplo, mis hijos solicitaron nacionalidad española a base de la Ley de la Memoria, pero dos Consulados de España, dispuestos a no otorgársela, alegaron que yo no estoy en la lista de pasajeros y por lo tanto no había llegado en el Winnipeg, ni fui refugiada, y rechazaron sus solicitudes. No aceptaron la gran evidencia que presentaron que indica lo contrario. Elena dejó este mensaje en este sitio web. (Junio 2018)
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Miguel y José Ballester Soriano.Una madre que nunca mas pudo abrazar y besar a sus hijos
Miguel y José Ballester Soriano. Casaron con dos hermanas Juana Hilda Laferte Chávez y Luz Marina Lafertt Chávez (un error tipográfico en el 1º apellido que pasó a los hijos).
Mi tía Marina y su hija mayor vinieron a España a principios de la década de los 60, a conocer a los padres de mis tíos y al resto de la familia.
Ellos eran 5 hermanos, dos se exiliaron, 2 murieron y el que quedaba vivo, cuando murieron sus padres, los hermanos le pagaron el viaje a Chile para verse. En el viaje conoció a Nino Bravo, yo creo que cuando vino habló mas de eso que de sus hermanos y sobrinos.
Hace unos tres años que supe que ellos viajaron en el Winnipeg (me puse en contacto con Jaime Cardona Jasenwirth y me dio muchos datos de mis tíos, hoy se ha puesto en contacto conmigo Ana Calero San Martín, ambos descendiente de pasajeros del Winnipeg), sin embargo si oí el nombre de Pablo Neruda en mi casa. Ellos eran primos hermanos de mi madre, pero la relación con sus padres siempre fue muy cercana. Su madre y mi abuela eran hermanas pero a pesar de que tenían dos hermanos mas, mi tía-abuela siempre se apoyó en mi abuela, subía las cartas que mandaban para que mi hermana se las leyera y las contestara.
Mandaban fotos todos los años, yo no las recuerdo ya que era muy niña, y al parecer mi madre y su hermano también les mandaron fotos de nosotros, ya que cuando mi tío José vino de todos los primos que tenían solo reconoció a mi madre y a su hermano.
Mi tío José y su esposa vivieron dos años aquí, ya que tocó salir de Chile a Alemania del este, con la dictadura de Pinochet, pero sus hijos, hermanos y sobrinos quedaron en Chile, entonces un amigo le consiguió trabajo en Venezuela y marcharon para allá, él dijo: “allí estamos a menos de mitad de camino”.
En 1984 murió mi tío Miguel, el tio José escribió para decirlo, lo que no recuerdo es si él ya había regresado a Chile. En 1997 murió mi tío José. La comunicación con nuestra rama de la familia se cortó, pero se que con sus primos hermanos mantienen el contacto.
Ahora que he podido ver las fotos de mi tío José de cuando hacía todo el papeleo para quedarse en Chile, he comprendido porque el hermano de mi madre lo reconoció cuando lo vio pasar en el coche que lo trajo al pueblo, se parece mucho a su hermano Rafael que es el que murió aquí.
Mi tía-abuela, su madre, siempre le oí decir: de 5 hijos, 4 se me han muerto, a lo que mi abuela le respondía: “Elvira no digas eso, ellos y tú tienen una familia al otro lado del mundo”. SI PERO NUNCA LOS VOLVERÉ A ABRAZAR.
Esto es lo poco que recuerdo o lo que escuché contar a mi madre, no estoy segura, de cuando mi tío vivió en España en los 70, si los recuerdo.
El Winnipeg alado
Desde un comienzo me gustó la palabra Winnipeg. Las palabras tienen alas o no las tienen. Las ásperas se quedan pegadas al papel, a la mesa, a la tierra. La palabra Winnipeg es alada. La vi volar por primera vez en un atracadero de vapores, cerca de Burdeos. Era un hermoso barco viejo, con esa dignidad que dan Los siete mares a lo largo del tiempo. Lo cierto es que nunca llevo aquí el barco más de 70 u 80 personas abordo. Lo demás fue cacao, compra, sacos de café y arroz, minerales. Ahora le estaba destinado un cargamento más importante: la esperanza. Pablo Neruda
From the beginning I liked the word Winnipeg. Words have wings or they don’t. The rough ones stick to the paper, to the table, to the earth. The word Winnipeg is ‘winged’. I saw it flying for the first time in a dock of steamers near Bordeaux. It was a beautiful old ship, with that dignity given by The Seven Seas, over time. The truth is that the cargo vessel had never taken more than 70 or 80 people on board. The rest was cacao, sacks of coffee and rice, minerals. Now it was destined for a different kind of cargo: that of hope. Pablo Neruda
Historia de los pasajeros del Winnipeg. Mesa redonda: Ovidio Oltra.4_ llegada a Valparaiso
El mar se movía bastante. Cuando llegamos a Arica, prácticamente todo se había, de nuevo, calmado. Entrábamos en Chile con un mar calmo, como dice su himno. Ya entrando a Arica, subieron las autoridades, subieron los oficiales de policía internacional, subieron los médicos, empezaron a vacunar, empezó la gente a distraerse y empezó a mirar hacia la costa y aunque no se veía nada, porque la costa sólo un muro, la costa de Chile, entre Valparaíso y Arica es como un muro, nada más, no hay un árbol, casi no se ven ciudades.
Llegamos a Valparaíso en una noche estrellada, que nos llenó de una impresión imponderable. Ver la bahía toda rodeada de multicolores luces. Esa es la impresión que muchos guardaremos siempre. Yo me quedé, como otros muchos, hasta muy tarde, mirando. No habíamos pisado terreno firme desde Burdeos y aquello iba a ser nuestro terreno firme. La impresión esa se grabó para siempre. Cuando me fui a dormir ya era tarde, no pude casi dormir. Al día siguiente, temprano, empecé a oír por todos los pasillos, la gente arrancando con sus maletas, sus valijas y armando un lío fenomenal, entonces también me tuve que levantar y llegar a cubierta. Ahí, abajo, había una multitud enorme esperando que se diera la orden de bajar. Ese es un recuerdo que realmente no se olvidará jamás.(Historia de los pasajeros del Winnipeg. Mesa redonda: Ovidio Oltra.4)