El 17 de febrero de 2016 ha muerto en Santiago de Chile el dramaturgo y ensayista José Ricardo Morales, acaso el último de los intelectuales de nuestro exilio republicano de 1939, que el 3 de noviembre del pasado año 2015 cumplió cien años. Un escritor que constituye un perfecto ejemplo de una especie actualmente en extinción: la del intelectual humanista.
Morales inició sus estudios académicos en la Universitat de València y el grupo teatral El Búho, dirigido un tiempo por Max Aub, le estrenó en 1938 su primera obra dramática, Burlilla de don Berrendo, doña Caracolines y su amante.
Durante la guerra civil Morales fue responsable del Departamento de Cultura de la FUE valenciana, miembro de la UFEH y redactor-jefe de la revista Frente Universitario, «órgano de la FUE en retaguardia». Voluntariamente incorporado en octubre de 1936 a las Milicias Antifascistas, fue comisario del Ejército Popular y el encargado de pronunciar, el 3 de noviembre de 1938 en el paraninfo de la Universitat de València, el discurso de despedida a los estudiantes de las Brigadas Internacionales. Una impecable biografía antifascista de un joven estudiante que el 18 de julio de 1936 se hallaba en Barcelona para participar como nadador en la Olimpiada Popular y que en febrero de 1939 atravesó la frontera francesa por La Jonquera para ser internado en la playa de Saint-Cyprien.
Morales fue uno de los pasajeros del Winnipeg, el buque organizado por Pablo Neruda, y el 4 de septiembre de 1939 desembarcó en el puerto chileno de Valparaíso. Allá pudo ejercer como catedrático de Historia del Arte en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile. Y por ello reiteró en numerosas ocasiones su deuda de gratitud con su país de acogida, a cuyo desarrollo cultural contribuyó con iniciativas tan valiosas como, entre otras, la creación junto a Pedro de la Barra del Teatro Experimental de Chile, luego Teatro Nacional Chileno; la dirección de dos colecciones en la editorial Cruz del Sur „en donde publicó en 1943 una valiosa antología de Poetas en el destierro„; su magisterio universitario; su pertenencia a la Academia Chilena de la Lengua „ha sido el primer exiliado republicano español que fue elegido miembro de una Academia americana„; sus cuarenta y dos obras de teatro y sus numerosos ensayos.
Morales encarna la tragedia del desarraigo, característica de nuestro exilio republicano, y es una víctima más de la injusticia que suele acompañar a tal condición: el silencio y el olvido, tanto en Chile como en España, de su obra literaria. Sin embargo, la edición de sus Obras completas en dos volúmenes (teatro y ensayos) por parte de la Institució Alfons el Magnànim de Valencia, vino a reparar en parte esa injusticia al poner a disposición del lector interesado la obra literaria de un humanista ejemplar cuyas reflexiones nos alertan sobre algunos de los peligros que acechan a la tecnolatría actual en una sociedad como la nuestra en donde impera el neoliberalismo capitalista más salvaje y en donde los nuevos dioses son hoy el capital financiero y los mercados.
El joven dramaturgo tuvo la inmensa fortuna de que nada menos que Margarita Xirgu le estrenase el 11 de mayo de 1944 en el Teatro Municipal de Santiago de Chile su obra El embustero en su enredo. Esta confianza de la actriz exiliada en el talento del joven dramaturgo se reafirmó al encargarle años después las versiones escénicas de La Celestina y de Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina.
Precursor del llamado «teatro del absurdo», aunque el autor siempre matizó que su teatro no era teatro del absurdo sino que quería denunciar el absurdo del mundo, Morales representa con absoluta propiedad el drama del dramaturgo republicano español exiliado desde 1939, desterrado de su escena y público naturales. Ciertamente, en nuestra actual sociedad democrática y salvo muy escasas excepciones, el público español no ha podido ser espectador de su obra dramática. Sin embargo, no creo que la obra dramática de Morales, víctima del destierro, padezca también del destiempo, porque, a mi modo de ver, mantiene hoy plena vigencia y sentido. Por ello, la dramaturgia de Morales está exigiendo aún ese encuentro auténtico que significa la verdadera prueba de fuego de todo teatro: su estreno ante el público español de hoy.
Y, en este sentido, no cabe duda de que el estreno en abril y mayo de 2014 en el Teatro María Guerrero de Madrid por el Centro Dramático Nacional de cuatro obras suyas en un acto (La corrupción al alcance de todos, Las horas contadas, Sobre algunas especies en vías de extinción y Oficio de tinieblas) salvó parcialmente en vida a Morales, a los noventa y nueve años, de lo que él mismo llamaba su condena «a la postumidad».
Sin embargo, Valencia, el Centro Dramático de la Generalitat Valenciana, sigue teniendo una deuda pendiente con José Ricardo Morales. Porque, si bien fue un acierto que el nuevo gobierno valenciano le concediera el 9 de octubre del pasado año 2015 el título de «Embajador de la Comunitat Valenciana», el teatro de Morales sigue siendo un perfecto desconocido para el público valenciano. Y el mejor homenaje que Valencia puede rendir a la memoria de Morales no cabe duda de que consiste en estrenarlo. Y ya se sabe que hoy es siempre todavía.Manuel Aznar Soler 24.02.2016 | 04:15 en http://www.levante-emv.com/cultura/2016/02/24/ultimo-intelectual-exilio/1383268.html
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Winnipeg:el barco de la esperanza
Notas del reportaje del Winnipeg de Jorge bravo y Domingo Espinosa. Exilio republicano espanõl en Chile, el premio novel lo definió como el más grande de sus poemas y Neruda lo define como el mejor de sus poemas. Julio Gálvez Barraza- escritor habla en este reportaje. Nos cuenta una anécdota: el barco tuvieron que retenerlo en Francia por una semana sin salir para hace runa película de emigrantes franceses. Neruda lo costeo, buscó los recursos con ayuda de argentinos y uruguayos.
1937- Neruda publica ‘España en el corazón’ denuncia los horrores de la guerra civil y el avance fascista. En plena guerra sacó una edición numerada (500 ejemplares) de un libro hecho con las páginas con la pulpa del nilo de las camisas de los milicianos abatidos defendiendo la república.
Huida desesperada y caótica. Pasaron por la punta de los Pirineos que no había nada. Los campamentos eran peores que los campamentos alemanes, estaban a la intemperie, morían 500 o 1000 cada día de diarrea, disentería y sabían que volver a España también significaba la muerte, el fusilamiento. El sufrimiento de los refugiados levantó una ola de solidaridad para rescatarlos y así Neruda recaudó los fondos. ‘Pisar, la primera escalera del Winnipeg daba una sensación del camino a la libertad’.(Victor Pei)
Agnes América Winnipeg Alonso Bollano nació al bordo del Winnipeg.
El Winnipeg era un vapor de cuatro palos, utilizado para carga un máximo de 100 pasajeros y por eso habilitaron las bodegas como dormitorios.
Valparaiso imagen hermosa de casas de distintos colores, como 500 se quedaron en Valparaiso y el resto fueron a Santiago, 600 fueron en el
transalpino que iba a Buenos Aires. la idea era poblar los campos. Gálvez calcula que fueron más de 5000 los refugiados que se instalaron en Chile, en el Winnipeg y después del Winnipeg y dice que la selección fue muy buena porque se integraron y contribuyeron en el pais y nadie ha hecho alarde del aporte de los españoles en Chile. Pei dice que encontraron trabajo en pocos días. Aun hoy el canciller se inspira en esta historia para confirmar que están recibiendo a refugiados de Siria y dice que siguen honrando la memoria de Neruda.
Neruda Poemas: Misión de amor, en su libro Memorial de Isla Negra
Yo los puse en mi barco.
Era de día y Francia
su vestido de lujo
de cada día tuvo aquella vez,
fue
la misma claridad de vino y aire
su ropaje de diosa forestal.
Mi navío esperaba
con su remoto nombre “Winnipeg”
Pero mis españoles no venían
de Versalles,
del baile plateado,
de las viejas alfombras de amaranto,
de las copas que trinan
con el vino,
no, de allí no venían,
no, de allí no venían.
De más lejos,
de campos de prisiones,
de las arenas negras
del Sahara,
de ásperos escondrijos
donde yacieron
hambrientos y desnudos,
allí a mi barco claro,
al navío en el mar, a la esperanza
acudieron llamados uno a uno
por mí, desde sus cárceles,
desde las fortalezas
de Francia tambaleante
por mi boca llamados
acudieron,
Saavedra, dije, y vino el albañil,
Zúñiga, dije, y allí estaba,
Roces, llamé, y llegó con severa sonrisa,
grité, Alberti! y con manos de cuarzo
acudió la poesía.
Labriegos, carpinteros,
pescadores,
torneros, maquinistas,
alfareros, curtidores:
se iba poblando el barco
que partía a mi patria.
Yo sentía en los dedos
las semillas
de España
que rescaté yo mismo y esparcí
sobre el mar, dirigidas
a la paz
de las praderas
Comment mon grand-père a fait partie de cette histoire
Comment mon grand-père a fait partie de cette histoire
En 2015, je travaillais sur un projet de visualisation des données maritimes (que vous pouvez découvrir en suivant ce lien : http://lumacode.com/projects/gttw/ ) et j’avais pour idée de le transformer en une représentation poétique du port de Buenos Aires, où je savais que mon grand-père avait vécu lorsqu’il était en Argentine. Je venais tout juste de retrouver une vieille carte d’identité chez ma mère, dans leur village natal de la province de Guadalajara en Espagne.
De nos jours, on peut presque tout trouver sur Internet, et j’ai donc décidé de faire une recherche avec son nom, Franciso Mencía Roy, accompagné de la ville où il avait vécu en Argentine, Comodoro Rivadavia. À ma grande surprise, j’ai retrouvé mon grand-père et son frère Cosme sur la liste des passagers d’un navire baptisé le Winnipeg. Ma surprise était d’autant plus importante que je ne m’étais pas du tout attendue à trouver leurs noms en ligne. Dès lors, ce projet a pris une tout autre dimension. Ma curiosité était piquée : je voulais en apprendre davantage et explorer ces nouvelles possibilités pour créer une œuvre à la fois historique et artistique, basée sur un évènement intime et personnel, que je pourrais présenter au festival E-Poetry à Buenos Aires.

C’est ainsi que j’ai commencé à faire des recherches sur le Winnipeg. Personne dans ma famille ne savait qu’ils avaient voyagé à son bord. Après la guerre civile d’Espagne, beaucoup de républicains espagnols, dont mon grand-père et son frère semblaient faire partie, s’étaient enfuis en France et avaient fini prisonniers dans des camps de concentration dans le sud du pays. Cette découverte a été un véritable choc pour ma famille, d’autant plus que j’ai appris par la suite que le célèbre poète chilien Pablo Neruda, amoureux de l’Espagne et ému par la situation de ces réfugiés, avait décidé de les aider par pure solidarité. Il résidait alors au Chili où il travaillait comme consul chargé de l’immigration et, avec le soutien du Premier ministre chilien, Pedro Aguirre Cerda, il affréta le Winnipeg pour un voyage qui devait mener les 2200 Espagnols exilés de la guerre civile de Trompeloup, en France, à Valparaiso, au Chili, le 4 août 1939.
(Vous pouvez lire « Misión de amor » [Mission d’amour] dans le recueil de Neruda, Memorial de la Isla Negra [Mémorial de l’île noire]. Dans ce magnifique poème dont le titre peut être interprété comme « un travail de l’amour » ou « une mission d’amour », il explique comment il appelait ces réfugiés par leur nom et comment ils se présentaient à lui, en indiquant leurs professions. Il les compare à des graines qu’il aurait semées dans l’océan et qui faisaient route vers la paix.)
Avant que le Winnipeg ne largue les amarres, l’atmosphère était remplie d’émotion. On raconte que Pablo Neruda en a été si touché qu’il a voulu consigner ce souvenir bien précis en écrivant ces mots : « Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie » (Que la critique efface toute ma poésie si bon lui semble, mais ce poème que j’écris aujourd’hui, personne ne pourra l’effacer.)
J’avais du mal à croire que mon grand-père avait été sauvé des camps de concentration français par Pablo Neruda et qu’il avait pu voyager à bord de son cargo. À ce que je sais, mon grand-père était infirmier et j’imagine que pour un voyage aussi long, cela faisait de lui un atout. J’ai essayé de retrouver de lointains cousins susceptibles de me donner des informations sur le Winnipeg ou d’avoir de la famille au Chili, mais ce n’est que très récemment que j’ai appris que Cosme s’était marié et avait de la famille dans ce pays. Malheureusement, je ne l’ai su qu’après mon voyage au Chili et je n’ai pas encore réussi à entrer en contact avec eux.
C’est ainsi que mon projet de recherche-création est passé des applications mobiles et de la visualisation des données maritimes à une exploration des évènements en lien avec la guerre civile espagnole et à la mémoire historique de l’Espagne et du Chili. J’ai découvert des livres et des expositions en rapport avec le Winnipeg et ses passagers, leurs vies et leurs familles, ainsi que l’URL des archives de La Memoria Chilena. C’était incroyable voir l’histoire de mon grand-père se déployer ainsi sous mes yeux, de dénicher des anecdotes et des informations sur cet évènement important bien que largement oublié en Espagne, et de voir comment cela m’a personnellement affectée et influencée.
J’ai commencé par vouloir créer une visualisation poétique des navires en partance pour l’Amérique latine au cours du mois d’août 1939. Le Winnipeg en serait la vedette, un cargo rempli d’adieux, d’émotions et d’espoirs. J’ai pris contact avec des bibliothèques pour tenter de localiser le journal de bord du bateau, ou toute autre sorte d’information numérisée qui m’en aurait appris davantage sur les navires en partance de France et d’Espagne cette année-là. À ce jour, je n’ai pas encore trouvé de version numérique du trajet emprunté par le Winnipeg. De telles données associées à des coordonnées auraient été très utiles pour visualiser précisément la traversée du cargo, mais j’ai tout de même trouvé dans les archives de La Memoria Chilena une carte où l’on peut voir la route empruntée par les navires entre Trompeloup et Valparaiso. C’est cette carte qui fait aujourd’hui partie du projet et le parcours du Winnipeg y est représenté par une ligne de texte contenant les noms de tous ses passagers.

Je me suis rendue à Buenos Aires en 2015 pour présenter le prototype de ce projet au festival E-Poetry. L’auditoire m’a témoigné beaucoup d’intérêt et de curiosité. Une autre surprise m’attendait au Museo de la Inmigración (MUNTREF), autrefois l’hôtel des immigrants en raison de sa proximité avec le port. Le jour de l’inauguration, j’ai appris qu’ils avaient numérisé les listes des passagers débarqués au port et j’y ai trouvé une preuve de l’arrivée de ma grand-mère, le 12 février 1951. Elle avait voyagé sur le Cabo de Buena Esperanza avec quatre de ses enfants — mon père ayant dû rester en Espagne, car il était en âge d’effectuer son service militaire. Mes oncles et tantes étaient alors jeunes : l’aînée avait 20 ans, les deux garçons en avaient respectivement 18 et 16, et la benjamine était âgée de 13 ans. La date de leur arrivée m’indiquait que cela faisait onze très longues années qu’ils n’avaient pas vu mon grand-père. En plus de cela, j’ai appris que ma grand-mère et sa plus jeune fille étaient rentrées rapidement en Espagne, car mon grand-père était mort peu de temps après leur arrivée. Leurs trois autres enfants avaient décidé de rester en Amérique latine pour y bâtir une vie meilleure et avaient fini par s’installer à Caracas. Bien des années plus tard, mon père a fait le voyage jusqu’au Vénézuéla pour y rendre visite à sa famille, accompagné de ma mère. D’abord partis pour une courte visite, ils auront passé sept ans là-bas… Et c’est aussi là-bas que je suis née.
Jamais je n’aurais imaginé avoir une dette envers le poète auteur des Vingt poèmes d’amour et une chanson désespérée que j’ai tant de fois recommandés à mes étudiants en espagnol à Londres, ce même Pablo Neruda qui a écrit Le livre des questions. Je lui dois d’avoir contribué à forger mes centres d’intérêt : les voyages, les cultures, les langues, la littérature, les arts, le besoin d’explorer et d’être curieuse de tout, le sentiment permanent de venir d’ailleurs et d’être différente, de connaître à la fois la joie et la mélancolie, ma capacité voler de mes propres ailes et à faire preuve de persévérance et de détermination — un trait que je sais désormais hérité de ma famille. Enfin, je lui dois d’avoir sauvé mon grand-père et son frère. Je me dois aussi d’ajouter que mon père a toujours éprouvé de la tristesse et de l’amertume à l’idée d’avoir perdu son père alors qu’il n’avait que onze ans, lorsque mon grand-père est parti d’abord à la guerre, puis en exil, et de ne l’avoir jamais revu.
On pourrait dire que cette histoire qui m’a accompagnée sans même que je le sache est le fruit de nombre de mes projets, en particulier ceux en lien avec ce « Poème qui a traversé l’Atlantique », tels que « Cityscapes : Social Poetics/Public Textualities » (2005) et « Connected Memories » (2009). C’est drôle comme nous ignorons parfois la source de nos sentiments les plus profonds !
Après le festival E-Poetry de Buenos Aires, j’ai continué à faire des recherches et me suis rendue au Chili, dans la superbe ville de Valparaiso. J’y ai visité les demeures de Neruda, Isla Negra et Santiago du Chili où j’ai continué à éplucher les archives, à écumer les centres communautaires et les galeries, à filmer, à prendre des photos et à parler aux habitants. Et lorsque ceux-ci me demandaient ce que je faisais au Chili, je leur répondais que mon grand-père m’y avait amenée. C’était un sentiment merveilleux qui me réchauffait le cœur et me donnait l’impression d’être la bienvenue dans ce pays, comme si une partie de moi y avait toujours appartenu. Je me sentais chez moi dans un lieu où je n’étais jamais venue auparavant et débordais de gratitude envers la générosité que me témoignaient les habitants.
Pour finir : nous avons créé ce site pour encourager les lecteurs, les familles des passagers et quiconque aimerait contribuer à soumettre leurs propres histoires pour qu’elles viennent s’ajouter à cette visualisation poétique du voyage du Winnipeg. C’est ce que j’ai intitulé « Le poème qui a traversé l’Atlantique ». Il me semble avoir lu cette phrase au cours de mes recherches et j’ai aussitôt aimé cette image du navire comme poème transportant ses nombreuses histoires. Le Winnipeg a transporté les histoires entremêlées des passagers et de leurs familles, et celles-ci sont désormais représentées dans l’océan du World Wide Web, en compagnie des poèmes de Pablo Neruda et des informations en lien avec cet évènement.
Un poème créé avec affection pour un grand-père que je n’ai jamais connu ; pour mon père qui n’a pas revu son propre père depuis ses onze ans ; et pour tous ceux qui traversent aujourd’hui des épreuves similaires. Les perdus, les réfugiés, les exilés.
Juan Vélez story about travelling in the Winnipeg
Juan Vélez conserva grabados en su memoria de muchacho de diecinueve años las vivencias del viaje, a partir del instante en que cruzó la pasarela del “ Winnipeg”: Aún me estremezco al recordar los pitazos que lanzaba a la noche el “Winnipeg”, cuando lentamente desatracaba del muelle de Trompeloup. Afirmado a la barandilla de cubierta, vi a muchos refugiados que se quedaban alli, porque no habían podido embarcar. Para unos, el partir era la libertad absoluta y el reencuentro con la vida; para otros, era dejar la mitad de su vida en una parte e irse a solas con la otra mitad. Yo llegué al muelle a las seis o siete de la mañana y a las once me encontraba ya en cubierta. Estaba solo, observando cada detalle, y no conocía a nadie de los tantos que me rodeaban ese día de un agradable sol de otoño. Después encontré a unos amigos con los que estuve en Agde.
Antes del zarpe repartieron las literas. Daban órdenes por altavoces en francés y castellano. Mi litera quedaba en una de las bodegas inferiores. Había tres corridas de literas en altura para unas cincuenta personas. Cada litera tenía una frazada y una colchoneta de paja. Como el lugar carecía de ventilación, habían instalado un par de ventiladores. Los cincuenta hombres compartíamos un excusado que habían improvisado. Mediante sorteo, me tocó la segunda litera, pero la cambié voluntariamente por la de más arriba para dejarle la otra a un hombre mayor. Por altavoces nos indicaron dónde funcionaba la enfermería – q u e venía a cargo de la hija del Presidente del Partido Comunista francés- y los turnos para ocupar el comedor. La tripulación era toda francesa y de trato muy agradable.
Ninguno de nosotros dejó de ofrecerse para colaborar en diferentes actividades: en la cocina, pelando patatas, limpiando la cubierta, etc. Sobraban voluntarios. Todos también respetábamos nuestros turnos para recibir la alimentación. Desayuno a las ocho, almuerzo a las doce y media y cena a las seis de la tarde. La comida no era muy buena, pero sí muy superior a la del campo de concentración. Daban garbanzos, lentejas, porotos; alguna vez hubo tortilla. Si tenías dinero, podías tomarte una cerveza o un licorcito en el pequeño bar que funcionaba en cubierta.
A ciertas horas del día se escuchaba música por los altavoces. Aunque no era muy variada. “Valencia” era una de las que tocaban frecuentemente, además de un tango y, por supuesto, “La Marsellesa”. En el viaje conversábamos mucho entre nosotros: fútbol, política y
especialmente de nuestras historias personales. A menudo las conversaciones finalizaban preguntándonos qué tía a ser de nosotros en Chile. Junto a una de las escaleras que conducían a las bodegas, había un gran mapa de Chile. Me interesé por ubicar algunos puntos geográficos para ir ambientándome. Unos cuantos nombres se me grabaron inmediatamente, como el de Putaendo. ¡Qué curioso me parecía ese nombre!
Relato encontrado en Los españoles del Winnipeg : el barco de la esperanza / Jaime Ferrer Mir. 1a. ed. Santiago : Cal Sogas, impresión de 1989 (Santiago : Salesianos) 202 p. Se puede bajar en http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-98685.html