Recuerdos Insistentes. Ovidio Oltra. Inédito.
Desde enero (1947), que regresé a Santiago, ausente desde 1940, al no encontrar ningún valenciano, lo natural era que frecuentara el “Centre” (Centro Catalán). Además de los ya conocidos, había un catalán, que ya llevaba varios años en Santiago, escritor especializado en materias filosóficas, a quien le había escuchado conferencias en la Universidad de Concepción, que en seguida deduje que todos respetaban mucho; José Ferrater Mora. Entre ambos pronto surgió una simpatía mutua que hizo que me convirtiera posiblemente en su mejor amigo en Santiago.
Me inclino a decir esto porque pronto fui visita cotidiana en su pequeño departamento, por las tardes, cuando sabía de antemano que estaría él y, nunca en todo el año 47, desde marzo en que comencé a tratarle, hasta fines de ese año en que se fue a Estados Unidos, con una beca de la Fundación Guggenheim, coincidí con nadie que lo acompañara en esas tardes. En ese tiempo, esa fundación era muy activa y generosa protegiendo a los Licenciados jóvenes latinoamericanos para que pudieran doctorarse y, si deseaban, ejercer después como profesores en “Colleges” o Universidades norteamericanas.
Esto último fue el caso de Ferrater porque ya su nombre era bastante conocido en los países latinoamericanos por sus ensayos, articulos, conferencias y sobre todo por su Diccionario de Filosofía, que ya iba desde 1944, en su segunda edición, hecha por editorial Atlante de México.
El Centre Catalá de Santiago sin duda lo habían engrandecido y transformado, como pasó con el centro republicano y el vasco, los numerosos exiliados llegados en 1939 y 1940. Los antiguos residentes catalanes, en su mayoría de posición acomodada, habían sido activos partidarios de la causa republicana, pues con la República consiguiern, como los vascos, un Estatuto de Autonomía y protección del uso de la lengua vernácula, cosa que los franquistas, en cuanto ocuparon Cataluña, así como habín hecho con los vascos, lo derogaron y prohibieron su idioma.
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Existía en el “Centre” en ese tiempo una vida animadísima, con el coro, representaciones teatrales, bailes sociales sábados y domingos y un diariamente concurrido bar y restaurant. Los ricos antiguos emigrantes, como Pere Mir, dueño de las bodegas MIR, en Vicuña Mackenna, pasado de Avenida Matta; los hermanos Sabaté, propietarios de una fábrica de calzado; el señor Mitjans, de la conocida firma de Licores Mitjans; Juan Gratacós, que tenía una tienda de calzados a la entrada de la calle Puente, próximo a la Plaza de Armas; los dueños de la camisería Barcelona, en la misma calle; Antoni Pi, con una gran curtiembre y fábrica de carteras y bolsos de cuero, en calle Bandera y otros ricachones no se hacían ningún problema en convivir de tú a tú con nosotros “los refugiados” recién llegados “sólo con lo puesto y gracias”, en 1939.
Y en el aspecto cultural, los intelectuales catalanes ahora desembarcados, que nunca habrían sido emigrantes en Chile en circunstancias normales, les resultaron todavía más útiles para su antigua revista Germanor y el Butlletí del Centre Catalá, porque al asumir su dirección y redacción los hicieron mucho más importantes que hasta entonces, por la mejor calidad de sus colaboraciones, sin querer esto significar un desmedro de la calidad y esfuerzo que se había desarrollado por varios lustros antes.
Domenéc Guansé tomó la Secretaría del Centre y era alma del nuevo Germanor. Una persona ya algo mayor, menuda, amorosa, muy culta, que pasaba todo el día en la Secretaría, creo que con una modesta remuneración absolutamente merecida. Al parecer era soltero o viudo y debía alimentarse como un pájaro, de acuerdo a su físico. Escribía articulos, buscaba colaboraciones y avisos, atendía el teléfono y las visitas. No paraba un instante.
Francesc Trabal, Joan Oliver (Pere Quart), José María Cassasses y Xavier Benguerel actuaban como los más constantes colaboradores con sus articulos. Benguerel, fino, educado, que provenía sin duda de una familia acomodada, desplegaba una doble actividad; por un lado, como empresario creó un laboratorio farmacéutico, de acuerdo a su profesión en Barcelona, del Laboratorio Benguerel que, cuando regresó a Barcelona, traspasó y los sucesores siguen exhibiendo los productos Benguerel en los estantes de las farmacias chilenas. Me viene a la memoria que tenía un articulo antiséptico y cicatrizante, que muy luego se popularizó en todo Chile, entre médicos y público en general; Metapío, que no faltaba a mano en la mayoría de las casas. El único problema que presentaba era que teñía la piel de un rojo intenso. Quizá ello ha dado lugar a su reemplazo por otros similares incoloros.