Alrededor de trescientos cincuenta niños que formaban parte del contingente de emigrantes, requerían de cuidados; por ello, la colaboración de las jóvenes, principalmente, no se dejó esperar. Roser Bru: Con mi hermana Montserrat y otras muchachas permanecíamos largas horas en un lugar reservado para los más pequeños, porque nos dedicábamos a organizar actividades de cantos y juegos con ellos. Así los manteníamos entretenidos durante el viaje. Yo enseñé a dibujar y también plasmé algunas escenas del barco, dibujos que lamentablemente he perdido.
En ocasiones descansábamos un rato en cubierta, admirando la inmensidad del mar. Mi mamá había comprado unas sillas de playa en Burdeos, pensando que nos serían útiles en el viaje. En ellas nos sentábamos a tomar el sol, hasta que un día desaparecieron y no las volvimos a ver.
Relato encontrado en Los españoles del Winnipeg : el barco de la esperanza / Jaime Ferrer Mir. 1a. ed. Santiago : Cal Sogas, impresión de 1989 (Santiago : Salesianos) 202 p. Se puede bajar en http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-98685.html