Tag: Poema
A labour of love
I embarked them in my boat.
It was daylight and France
her fancy dress
of every day she had at that time,
it was
the same clarity of wine and air
her clothes of forest goddess.
My ship expected
with its remote name “Winnipeg”
But my Spanish were not coming
from Versailles,
from the silvery dance,
from the old amaranth carpets,
from the cups chirping
with wine,
no, they were not coming from there,
no, they were not coming from there,
From further away,
from prison camps,
from the black sand
from the Sahara,
from rough hiding places
where they lay
hungry and naked,
there to my clear boat,
to the ship at sea, to hope
they arrived called one by one
by me, from their prisons,
from the fortress
from the shaky France
called by my mouth
arrived,
Saavedra, I said, and came the mason,
Zuniga, I said, and there he was,
Roces, I called, and arrived with grim smile,
I shouted, Alberti! and with hands of quartz
the poetry arrived.
Labourers, carpenters,
fishermen,
turners, machinists,
potters, tanners:
the boat was becoming populated
parting to my homeland.
I felt in my fingers
the seeds
from Spain
that I rescued myself and scattered
over the sea, directed
to the peace
of the prairies.
Misión de amor
Yo los puse en mi barco.
Era de día y Francia
su vestido de lujo
de cada día tuvo aquella vez,
fue
la misma claridad de vino y aire
su ropaje de diosa forestal.
Mi navío esperaba
con su remoto nombre “Winnipeg”
Pero mis españoles no venían
de Versalles,
del baile plateado,
de las viejas alfombras de amaranto,
de las copas que trinan
con el vino,
no, de allí no venían,
no, de allí no venían.
De más lejos,
de campos de prisiones,
de las arenas negras
del Sahara,
de ásperos escondrijos
donde yacieron
hambrientos y desnudos,
allí a mi barco claro,
al navío en el mar, a la esperanza
acudieron llamados uno a uno
por mí, desde sus cárceles,
desde las fortalezas
de Francia tambaleante
por mi boca llamados
acudieron,
Saavedra, dije, y vino el albañil,
Zúñiga, dije, y allí estaba,
Roces, llamé, y llegó con severa sonrisa,
grité, Alberti! y con manos de cuarzo
acudió la poesía.
Labriegos, carpinteros,
pescadores,
torneros, maquinistas,
alfareros, curtidores:
se iba poblando el barco
que partía a mi patria.
Yo sentía en los dedos
las semillas
de España
que rescaté yo mismo y esparcí
sobre el mar, dirigidas
a la paz
de las praderas.
Neruda, en “Memorial de Isla Negra”
Winnipeg, una palabra alada
Me gustó desde un comienzo la palabra ‘Winnipeg’. Las palabras tienen alas o no las tienen. Las ásperas se quedan pegadas al papel, a la mesa, a la tierra. La palabra ‘Winnipeg’ es alada. La vi volar por primer vez en un atracaderp de vapores, cerca de Burdeos. Era un hermoso barco viejo, con esa dignidad que dan los siete mares a lo largo del tiempo. Lo cierto es que nunca llevó aquel barco más de setenta u ochenta personas a bordo. Lo demás fue cacao, copra, sacos de café y arroz, minerales. Ahora le estaba destinado un cargamento más importante: la esperanza. (Pablo Neruda en la portada de Los españoles del Winnipeg, el barco de la esperanza de J. Ferrer Mir)
Neruda Poemas: Misión de amor, en su libro Memorial de Isla Negra
Yo los puse en mi barco.
Era de día y Francia
su vestido de lujo
de cada día tuvo aquella vez,
fue
la misma claridad de vino y aire
su ropaje de diosa forestal.
Mi navío esperaba
con su remoto nombre “Winnipeg”
Pero mis españoles no venían
de Versalles,
del baile plateado,
de las viejas alfombras de amaranto,
de las copas que trinan
con el vino,
no, de allí no venían,
no, de allí no venían.
De más lejos,
de campos de prisiones,
de las arenas negras
del Sahara,
de ásperos escondrijos
donde yacieron
hambrientos y desnudos,
allí a mi barco claro,
al navío en el mar, a la esperanza
acudieron llamados uno a uno
por mí, desde sus cárceles,
desde las fortalezas
de Francia tambaleante
por mi boca llamados
acudieron,
Saavedra, dije, y vino el albañil,
Zúñiga, dije, y allí estaba,
Roces, llamé, y llegó con severa sonrisa,
grité, Alberti! y con manos de cuarzo
acudió la poesía.
Labriegos, carpinteros,
pescadores,
torneros, maquinistas,
alfareros, curtidores:
se iba poblando el barco
que partía a mi patria.
Yo sentía en los dedos
las semillas
de España
que rescaté yo mismo y esparcí
sobre el mar, dirigidas
a la paz
de las praderas
Los Campos de Concentración en Francia
Playa abierta
mares cerrados de pena
aire preso en los espinos…
Argelés-Sur-Mer
espacio clavado
de hombres caídos
en el pozo sin fondo
de la ilusión perdida…
Paisaje de mantas descoloridas
tufo de pólvora y regusto de sal
hombres peleando
esclavos impelidos
seres agarrados a un sueño
mar abierto y campo cerrado
arena fría y vor´gine de sarna.
Cuando primero de un exilio
inicio de tiempos erráticos
umbral de un capítulo salvaje
de tragedia y de calvario
Allez, allez,
circulez,
Allez, allez,
circulez,
Allez, allez.
Circulad, hombres enjaulados,
corred por la playa lacerad
pisad sin tregua la arena
destilad vuesto monte de pena.
Os han vencido, habéis perdido.
Allez, allez,
circulez.
Melitón Bustamante Ortiz (Fragmento)
Neruda Poemas: Misión de amor, en su libro Memorial de Isla Negra
Yo los puse en mi barco.
Era de día y Francia
su vestido de lujo
de cada día tuvo aquella vez,
fue
la misma claridad de vino y aire
su ropaje de diosa forestal.
Mi navío esperaba
con su remoto nombre “Winnipeg”
Pero mis españoles no venían
de Versalles,
del baile plateado,
de las viejas alfombras de amaranto,
de las copas que trinan
con el vino,
no, de allí no venían,
no, de allí no venían.
De más lejos,
de campos de prisiones,
de las arenas negras
del Sahara,
de ásperos escondrijos
donde yacieron
hambrientos y desnudos,
allí a mi barco claro,
al navío en el mar, a la esperanza
acudieron llamados uno a uno
por mí, desde sus cárceles,
desde las fortalezas
de Francia tambaleante
por mi boca llamados
acudieron,
Saavedra, dije, y vino el albañil,
Zúñiga, dije, y allí estaba,
Roces, llamé, y llegó con severa sonrisa,
grité, Alberti! y con manos de cuarzo
acudió la poesía.
Labriegos, carpinteros,
pescadores,
torneros, maquinistas,
alfareros, curtidores:
se iba poblando el barco
que partía a mi patria.
Yo sentía en los dedos
las semillas
de España
que rescaté yo mismo y esparcí
sobre el mar, dirigidas
a la paz
de las praderas.