Juan Carrasco “Right from the start, living conditions in the concentration camps were inhuman. In Adge, as in many other camps, there was nothing, absolutely nothing, when the first few thousands of refugees were dropped off and left to their own devices. It was only after a few days that the French army arrived with trucks filled with material. The refugees had to build the barracks themselves, and those were never enough to accommodate them all.” Juan Carrasco in his book The Odisea of the Spanish Republicanos in Francia, from Los españoles del Winnipeg, J. Ferrer Mir, pp.39-40)
Tag: el Agde
Juan Carrasco, À Adge
Juan Carrasco, “Dès le départ, les conditions de vie dans les camps de concentration étaient inhumaines. À Adge comme dans de nombreux autres camps, il n’y avait rien, absolument rien, à l’arrivée des premiers milliers de réfugiés alors abandonnés aux caprices des intempéries. Ce n’est qu’après plusieurs jours que les camions de l’armée française apparurent chargés de planches avec lesquelles les réfugiés eux-mêmes durent construire des casernes. Celles-ci ne furent jamais assez nombreuses pour tous les accueillir.” (Juan Carrasco dans son livre La Odisea de los Españoles Republicanos en Francia, tiré de Los españoles del Winnipeg, J. Ferrer Mir, pp.39-40)
Salvador Morenas Mas
Salvador Morenas Mas says: I also befriended an Andalusian barber called Francisco Requena. He was always in a good mood, with a smile on his face, which contrasted with the bitterness and the sadness that could be read on most faces. To fight against the monotonous life they lived in the concentration camp, and in order to earn some money, Requena had set up a parlour just by the barracks. Every day, he would give away 20 coupons for a free shave and charge whoever didn’t have one. The free shaves were completed in four strokes, and no complaints were to be made.
Boredom and idleness were our greatest enemies. We had to use our imagination to keep them at bay.
One of the men who slept in the same barracks as me kept thinking about the girlfriend he’d left in Mataró. He decided to write to her and after a while, he received a long love letter in return.
I spent close to six months in Agde. It was a life with no purpose, no routine, no expectations, locked up with thousands of republicans and democrats like me, but my youth gave me the strength to overcome hunger, cold and pain. This was where I turned nineteen. (p.46-47)
Salvador Morenas Mas
Salvador Morenas Mas raconte : Je me suis aussi lié d’amitié avec Francisco Requena, un barbier andalou. Il était toujours de bonne humeur, le sourire aux lèvres, ce qui contrastait fortement avec l’amertume et la tristesse qu’on pouvait lire sur la plupart des visages. Pour lutter contre la monotonie de la vie dans le camp de concentration, et aussi pour se faire un peu d’argent, Requena avait installé un salon à côté de la caserne. Chaque jour, il distribuait 20 bons pour un rasage gratuit et faisait payer tous les autres. Les rasages gratuits étaient terminés en quatre passages et aucune réclamation n’était possible.
L’ennui et l’oisiveté étaient nos plus grands ennemis. Pour les combattre, nous devions faire preuve d’imagination.
Un de mes compagnons de caserne ne cessait de penser à sa petite amie restée à Mataró. Il lui écrivit et finit par recevoir en retour une longue lettre d’amour.
J’ai passé près de six mois à Agde. C’était une vie sans but, sans routine, sans attentes, enfermé avec des milliers de républicains et de démocrates comme moi, mais ma jeunesse m’a donné la force de surmonter la faim, le froid et la douleur. C’est là-bas que j’ai fêté mon dix-neuvième anniversaire. (p.46-47)
Salvador Morenas Mas
Salvador Morenas Mas, nos cuenta: También hice amistad con un andaluz llamado Francisco Requena, de profesión barbero. Era un hombre alegre siempre con su sonrisa en la cara que el sistema a flor de labios, que contrastaba con la amargura y tristeza que se refleja en el rostro de la mayoría. Para combatir la monotonía de la vida en el campo de concentración y como una forma de ganar algún dinero, Requena instaló una barbería junto a su barracón. Todos los días repartía 20 números gratis para rasurarse y al resto les cobraba. Las afeitadas gratuitas eran cuatro navajazos, nada más, no se podría reclamar.
Nuestros grandes enemigos eran el aburrimiento y la inacción. Para combatirlos, había que usar la imaginación.
Uno de los de mi barraca añoraba a la novia que había dejado en Mataró. Un día le escribió y después de algún tiempo llego a las manos de mi amigo una extensa carta de amor firmada por su novia.
Permanecí casi seis meses en Agde, sobrellevando una vida sin rumbo, rutinaria, carente de expectativas, junto a varios miles de republicanos y demócratas como yo, pero mi juventud me aporto las fuerzas necesarias para vencer el hambre, el frío y las penas. Allí cumplí los 19 años de edad. p.46-47
Juan Carrasco- campo de Agde
Desde un comienzo, las condiciones de vida en los campos de concentración fueron infrahumanas. En algunos, como en el de Agde, por ejemplo, a la llegada de los primeros miles de refugiados no había nada, absolutamente nada y solo después de largos días, soportando las inclemencias del tiempo, hicieron su aparición camiones del ejército francés cargados de tablones con los cuales los mismos refugiados debieron construirse barracones, que nunca alcanzaron el número suficiente para cobijarlos a todos. Juan Carrasco en su libro ‘La odisea de los republicanos españoles en Francia’. (En Los españoles del Winnipeg, J Ferrer Mir,Páginas 39 y 40)
Salvador Morena Mas
Salvador Morenas Mas nos cuenta: Apenas cruzamos la frontera con Francia, nos desarmaron a todos. Era una gran vaguada rodeada de montañas; por la parte baja corría un río. En el contorno, cada 10 m, un guardia senegalés vigilaba que ningún refugiado abandonar a lugar. Tenían orden de tirar al que lo intentara y fueron muchos los que cayeron. Cientos de personas llegaban por diferentes senderos y desembocaron en ese punto. En Agde se formaron poco a poco tres campos de concentración. A mí me tocó en el campo número uno. Éstos campos los llamaban de los catalanes porque casi todos lo éramos. También llegó al campo número uno de aquí de Juan Vélez Soriano (catalán, 69 años), el más joven de los combatientes republicanos que viajo a Chile a bordo del Winnipeg. 44, 45