Antes de cruzar los Pirineos, muy pocos se preocuparon de imaginar la acogida que tanto las autoridades como le pueblo francés les brindarían, pues no había motivos para desconfiar. Cuán duro le resultó aceptar la realidad!Francia enviaba a los republicanos a los campos de concentración, los consideraba prisioneros de guerra, los rodeaba de alambradas, apostaba una nutrida vigilancia en tomo a ellos y no les proporcionaba un techo para protegerlos de las lluvias, el viento y el frío. Sólo recibieron un trozo de pan y agua que tardó a llegar a sus manos.
Las primeras palabras francesas que oyeron los refugiados fueron una orden seca: “Allez!, allez! Circulez!, circulez!” y sonaron como martillazos en sus cabezas. ( En Los españoles del Winnipeg, J Ferrer Mir, página 34)
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Gobierno francés. Qué amarga desilusión!”
“…el gobierno francés no nos trataba como a veteranos de una guerra de liberación, sino como presidiarios que se venían a Cayena. Qué amarga desilusión!”
(Erich Weinert, En Los españoles del Winnipeg, J Ferrer Mir, página 37)